En quinto lugar, la OTAN puede cooperar con más socios e
implicar (engage) a más actores en la promoción de la paz y la seguridad.
El desarrollo de relaciones internacionales pacíficas y amistosas,
que contempla el artículo 2 del Tratado de Washington, cobra
aquí su mayor importancia. Un enfoque más global en defensa de un
orden internacional basado en normas puede permitir el establecimiento
de nuevas relaciones con otros interlocutores relevantes más
allá del área euroatlántica, ya sean de África, Asia o América Latina,
como señala el Comunicado de la Cumbre de Bruselas de 2021 (párrafo
6.e), siempre caso por caso y donde cada nuevo socio decida
su nivel de interacción con la Alianza.
Más allá de sus relaciones con la ONU, particular mención merecen
los trabajos de la Brújula Estratégica de la UE y, particularmente,
la futura declaración OTAN-UE para avanzar en una asociación
estratégica nacida hace ya
veinte años. No en vano
sus enfoques de la seguridad
y de la defensa deben
ser coherentes y complementarios,
y evitar en todo
momento la duplicidad de
esfuerzos en las nuevas
áreas de cooperación que
juntas decidan. Más aún
cuando la autonomía estratégica
europea alcance
su plenitud, primordialmente
en misiones y operaciones
donde la OTAN
—y EEUU— no participen.
Asimismo, debe apro-
vecharse el momento de
reflexión actual para que la
OTAN se muestre ante los ciudadanos como una organización abierta
y receptiva a sus inquietudes, lo que repercutiría en la mejora de
su imagen ante las opiniones públicas nacionales. En este sentido,
campañas como #NATOEngages o #ProtectTheFuture, promovidas
por la División de Diplomacia Pública, pueden servir de puente para
que gobiernos, parlamentos nacionales, think tanks y asociaciones
contribuyan a fomentar una mayor concienciación y confianza pública
en esta institución, que protege y defiende la seguridad de mil
millones de ciudadanos. Aunque no hay un vínculo institucional entre
la OTAN y la Asamblea Parlamentaria de la OTAN, su labor es esencial
para ayudar a generar nuevos consensos entre democracias y
acercar sus políticas a los ciudadanos. La Asociación del Tratado Atlántico
y otras organizaciones de la sociedad civil afines, colaborando
en red, pueden hacer realidad el enfoque botton-up de la cultura de
seguridad euroatlántica y más allá.
Por último, otros temas transversales, como la resiliencia, la
comunicación estratégica, el impacto del cambio climático en la
seguridad y la perspectiva de género deben integrarse en el futuro
Concepto Estratégico de Madrid, pues afectan a las tres tareas fundamentales
de la OTAN contempladas en el Concepto Estratégico
vigente. Son responsabilidades nacionales y, al mismo tiempo, compromisos
colectivos, que encuentran su fundamento en el artículo 3
del Tratado de Washington.
CONTINUIDAD Y CAMBIO
Así pues, el Concepto Estratégico de Madrid será determinante
para rediseñar la OTAN del futuro como actor clave en un mundo
hipernodal de la nueva era digital, más abierto y participativo a la
contribución de nuevos actores. Ello está en línea con el llamamiento
que hizo el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en
el informe «Nuestra Agenda Común», presentado en la Asamblea
General de Naciones Unidas el pasado 10 de septiembre. En su
opinión, las alianzas y las asociaciones pueden aportar mucho a
nivel regional y global en
la promoción de la paz y
la seguridad, colaborando
con otras partes interesadas
(stakeholders) como
representan las organizaciones
regionales, la sociedad
civil, la juventud, las
organizaciones financieras
internacionales, el sector
privado y la academia.
La conservación de la
esencia de la OTAN como
organización de defensa
colectiva, verdadera espina
dorsal de la Alianza,
puede y debe complementarse
con su labor a favor
de un multilateralismo más
OTAN
interconectado, fundamentado en el respeto a los derechos humanos
y en el deseo de vivir en paz con todos los pueblos y todos los
gobiernos, como señala el preámbulo del Tratado de Washington.
Posiblemente estemos viviendo el peor momento desde el fin
de la Guerra Fría, pero las lecciones de la historia nos invitan a seguir
manteniendo lo que funciona: el vínculo transatlántico, que ha permitido
preservar la paz y la estabilidad en territorio aliado durante más
de siete décadas. Y, sobre todo, a seguir trabajando por acomodar
posiciones de los aliados y sus socios en cuestiones más amplias de
la seguridad como comunidad de valores e intereses compartidos,
siempre abierta a la participación de nuevos miembros.
La Cumbre de Madrid simbolizará definitivamente que la Alianza
Atlántica ha dejado de ver el mundo con un prisma único para
tener una mirada múltiple y abierta a la complejidad y variedad de la
nueva realidad internacional. Así pues, ha dejado de ser erizo para
contemplar el mundo como un zorro, siguiendo la famosa metáfora
de Isaiah Berlín.
Febrero 2022 Revista Española de Defensa 55