Las personas a vuestro mando serán la mayor responsabilidad que en vuestra vida militar
debereis asumir
el mismo sirviese a los intereses de los tres solicitantes?.
Cuidad siempre este aspecto, sed exquisitos
a la hora de solicitar información, pues se corre
el riesgo de inundar de trabajo administrativo a
los escalones inferiores y llegar a la atrocidad de
que un capitán de compañía o un teniente jefe
de sección, en vez de encontrarse en instrucción
con sus soldados, deba de permanecer frente a
un ordenador haciendo informes.
En todos los puestos que sucesivamente vayáis
ocupando observaréis asuntos que a vuestro
juicio no son correctos o se pueden mejorar.
Mi consejo, como decía en el apartado anterior,
oíd, ved y callad. Observad lo que se hace,
absteneos de hacer comentarios, y cuando ya
tengáis conocimiento de causa y conozcáis el
tema, corregidlo si está en vuestra mano e informad
de los que superen vuestra competencia. A
este respecto recuerdo una comida en la que,
como en algún momento seréis vosotros, yo era
el más antiguo en el empleo y se suscitó el tema
de por qué el servicio no disponía de televisión
en su cuarto. Toda la conversación giró sobre el
mismo tema con palabras como: “no puede ser”,
“todo el mundo tiene menos nosotros”, “¿por qué
no podemos tener televisión?”. En mi condición
de más antiguo me sentí aludido y ese mismo
día me dirigí a solicitar que se pusiese una TV en
el cuarto del ofi cial de servicio. Ante la persona
con competencia para ello intenté argumentar
mi solicitud y para mi sorpresa la respuesta sólo
fue: ¿de cuántas pulgadas la queréis?, lo que me
llevó a la conclusión de que hablábamos mucho
pero de que anteriormente nadie había solicitado
la famosa TV.
Como dije, me considero una persona afortunada,
puedo presumir que a lo largo de mi vida
profesional he tenido, salvo escasas excepciones,
muy buenos jefes, y me permito
expresar en estas líneas las
características generales de dos
modelos de mando. Recuerdo
en mí puesto de Jefe de PLMM,
cuando a la hora de pasar la fi rma
se juntaban una serie considerable
de portafi rmas y hacían
falta las dos manos y habilidades
de malabarista para de una
sola vez llevar todas las carpetas
al despacho del Coronel. Mi
jefe los miraba uno por uno en
detalle y corregía todo lo que
consideraba conveniente, normalmente
cuestiones de escasa
importancia, incluidos puntos y
comas, pero recuerdo otro jefe
que decía “el 90% de lo que existe
en este montón de carpetas
es cosa tuya, cuéntame sólo lo
que deba saber, y los problemas
importantes los pones encima
de mi mesa”. Del primero he tenido varios, pero
al recordar al segundo siempre me viene a la memoria
el mismo nombre, probablemente el mejor
Jefe que nunca he tenido. Es indudable que
es preferible la segunda forma de mando por la
confi anza que siente el subordinado, por la agilidad
y rapidez de tramitación de los asuntos, porque
permiten al jefe una mayor libertad y hacer
lo que debe hacer: salir de su despacho, hablar y
conocer a su gente y asumir en primera persona
los temas realmente importantes.
Actuar como en el primer caso tiene diversas
consecuencias, la primera es que el jefe desconoce
a las personas sobre las que tiene mando,
pues el repasar todo le obliga a un gran número
de horas en el despacho que no le dejan tiempo
para conocer a sus subordinados, ni su nombre,
ni sus vicisitudes profesionales ni personales. Además,
quien por costumbre modifi ca los escritos en
cosas superfi ciales, quien todo lo centraliza, logra
el desinterés de sus subordinados directos, pues
“para que voy a esmerarme en la redacción de
un escrito, si mi jefe lo va a cambiar”. Sin embargo,
el otro estilo de mando, el que da confi anza a su
gente, consigue que cuando se presenta un problema
de tipo cotidiano se resuelve o se tramita
inmediatamente, el tiempo de fi rma resulta mucho
más corto y, por lo tanto, jefe y subordinado
disponen de más tiempo para dedicarlo a otras
cuestiones, entre ellas al estudio de los problemas
importantes. Por supuesto, esa mayor confi anza
en el subordinado lleva consigo la posibilidad de
que el mismo cometa un error. En el momento en
que esto ocurra el jefe debe de “amparar” a su
subordinado, pues si lo pensamos detenidamente
y los problemas importantes se han despachado
con el jefe o incluso han sido resueltos por él, el
Diciembre - 2020 Armas y Cuerpos Nº 145 43