El protocolo
social
Javier de Donesteve Goyoaga
Comandante de Infantería DEM
Jaime de las Heras Trejo
Capitán de Transmisiones
Departamento de Protocolo. Guardia Real
Cuando nos referimos al protocolo social lo hacemos a la forma, o quizás mejor dicho “a las formas”,
de comportamiento en nuestras relaciones sociales, ya sea en el ámbito particular, laboral o en
todas aquellas situaciones en las que interactuamos con otras personas. El ser humano, como animal
social, se relaciona con otros semejantes y precisa de unos códigos de conducta en cada uno de los
ecosistemas en los que se mueve, incluso en el de las relaciones electrónicas. De esta forma, todos
los días, de forma intencionada o inadvertida, empleamos el protocolo social. Cómo dirigirnos a los
demás, comportarnos de forma correcta y cortés o vestir adecuadamente son claros ejemplos de ello
y transmiten una imagen de la persona y por extensión de la institución a la que pertenece. Para todo
ello hay reglas, escritas o no, que trataremos de repasar.
En el artículo anterior analizábamos el protocolo
institucional. Lo haremos esta vez con el
protocolo social, que puede defi nirse como el
“conjunto de costumbres, usos y reglas que, a
tenor de los cambios en la sociedad, regulan el
comportamiento y las relaciones humanas para
mejorar la calidad y la efi cacia de nuestra acción
personal y, en último lugar, nuestra convivencia
con los demás”.1
Este conjunto de costumbres y usos hacen referencia
a aspectos tangibles, como puedan ser
la indumentaria o los tratamientos, ya sean verbales
o escritos, pero sobre todo a otros intangibles,
relacionados con la personalidad, en los
que debemos hacer especial hincapié, como la
naturalidad; la cortesía, que mencionaba el propio
Calderón a la hora de defi nir la profesión militar;
el sentido del humor o incluso la simpatía, que
el diccionario de la RAE defi ne como el “modo
de ser y carácter de una persona que la hacen
atractiva y agradable a los demás”. El embajador
Urbina añade: “La simpatía multiplica por mil
la efi cacia de una persona”.2 En algunas personas
son cualidades innatas, pero también se pueden
(y se deben) aprender y desarrollar.
“Gonzalo de Córdoba, el Duque de Alba, Don
Juan de Austria y otros insignes Generales del siglo
XVI, que tanto se distinguieron en nuestras guerras
de Italia y Flandes, hablaban a los soldados con
la mayor amabilidad y cortesía”. 3
82 Armas y Cuerpos Nº 145 ISSN 2445-0359