directores y directores adjuntos de las empresas
de más de dos mil kilómetros de explotación les
fue reservado el máximo empleo alcanzable: el
de coronel honorario de ferrocarriles. Además de
los privilegios ya consolidados, se ofrecían descuentos
en los billetes de tren y licencia de arma
corta -sólo de brigada a coronel-15.
Es sabido que los gobiernos radicales del Bienio
intentaron desarrollar una política que acercara
a los militares a la República, considerando
para ello las opiniones de todas las facciones
existentes entre los altos jefes castrenses. El cedista
Gil-Robles, cuando se hizo cargo de la cartera
de Guerra, tuvo un enfoque marcadamente
distinto: se rodeó de ofi ciales generales de profesionalidad
reconocida, quienes le hicieron llegar
su profundo malestar con las reformas de Azaña
y crearon en él una actitud orientada a la mejora
de la satisfacción profesional de las Fuerzas
Armadas 16. El ministro recibió indicaciones de sus
consejeros para que, en medio de las deliberaciones
sobre su polémica reforma de la movilización,
fuera recortado el recorrido de los miembros
de la Escala de Ferrocarriles, con los que se
había tenido «excesiva prodigalidad en la adjudicación
de empleos militares». De esta manera, el
máximo grado -destinado a los directores de las
compañías y a sus adjuntos- volvió a quedar en
comandante como en 1926, aunque esta restricción
no les fue aplicada a los altos funcionarios
relacionados con esta modalidad de transporte.
Los empleados de las empresas de menos de 500
kilómetros en explotación también vieron rebajadas
sus categorías, aunque se mantuvieron todos
los empleos otorgados con anterioridad 17.
Esta situación no habría de durar mucho. En
primer lugar, el gobierno frentepopulista que
tomó posesión en 1936 estaba determinado a
eliminar los restos de imbricación que quedaban
entre los militares y el mundo civil. Considerada
por los extremistas de izquierda «un nido del señoritismo
reaccionario y monárquico», la Escala
de Ferrocarriles constituía un puente doblemente
molesto entre ambos, habida cuenta que su principal
utilidad parecía ser la de luchar contra el
derecho a la huelga. Por ello, un mes después de
tomar las izquierdas el control político, sus detractores
celebraron con alborozo la disolución de la
Escala 18.
Sería también una decisión efímera porque, sin
haber transcurrido ni cinco meses desde su supresión,
la Junta de Defensa Nacional restauraba en
el bando sublevado el estatus que este colectivo
tenía en 1934, con el máximo de privilegios y una
carrera desde soldado a coronel. En lo que constituyó
una de las primeras medidas de aumento
de efectivos del ejército franquista, fueron movilizados
acto seguido a su rehabilitación, desconociéndose
el número que atendió la llamada de
las armas. De hecho, es la única vez que los ferroviarios
españoles han sido llamados por causa de
un confl icto armado 19.
Diciembre - 2020 Armas y Cuerpos Nº 145 93