“Sin una red abundante de vías férreas, bien
estudiada y servida, el Ejército más fuerte quedará
reducido a la impotencia y en evidente inferioridad
en plazo breve, porque ni podrá moverse
con velocidad y desembarazo ni recibir con
oportunidad las prodigiosas cantidades de material
y vituallas que necesita, precisamente en
los momentos en que ha de intensifi carse hasta el
grado máximo la actividad industrial y económica
del país3”.
En ese mismo sentido se pronunciaba la propia
doctrina militar del Ejército español de primeros
de siglo. En ella se establecían sus benefi cios en
campaña, basados tanto en la nueva logística
-de material, de personal y sanitaria- como en el
apoyo que podía proporcionar a la movilización
y a la concentración. Dada su relevancia, los planes
logísticos que involucraban al tren adquirieron
el carácter de secretos por toda Europa4.
España y su primera reserva de
ferroviarios
En España, la primera vez que se emplearon
trenes en acciones militares fue en diciembre de
1868, con ocasión de la sublevación republicana
en Cádiz, Jerez de la Frontera y Málaga. Tanto
en los posteriores confl ictos cantonales como en
la Tercera Guerra Carlista fueron usados ampliamente.
Sin embargo, debe notarse que el manejo
de esta tecnología estaba en manos de tan
sólo unos pocos civiles y que, muy pronto, se consideró
que había que constituir unidades militares
específi cas que fueran capaces de conducir los
trenes, dirigir el tráfi co y realizar labores de mantenimiento
tanto del material móvil como del fi jo
de vía. Dichas unidades pioneras -dos compañías
fueron creadas en julio de 1874 tras algunas
vicisitudes, si bien no llegaron a intervenir como
tales en el mencionado enfrentamiento civil, que
aún se encontraba abierto5.
Como el valor estratégico del ferrocarril no hizo
más que aumentar desde entonces, las dos compañías
pasaron más tarde a ser un batallón y más
adelante varios regimientos. No obstante, habida
cuenta la extrema diferencia entre los efectivos
necesarios en tiempo de paz y los requeridos en
tiempo de guerra, este servicio requería de reservistas
capacitados y en número sufi ciente como
para favorecer el eventual y efectivo crecimiento
de las unidades existentes. El mismo ministro de
la Guerra que había fi rmado en 1912 la ley del
servicio militar universal -el general Agustín Luque-
estableció ese mismo año que cada una de las
ocho compañías activas del Regimiento de Ferrocarriles
tuviera una de depósito. En esta unidad
de reserva quedaron encuadrados con carácter
obligatorio todos los empleados en edad militar
de las empresas ferroviarias separados de fi las,
hubiesen cumplido su servicio militar o no. Por vez
primera, se vinculaba el desempeño civil dentro
de una empresa ferroviaria a la reserva de esta
especialidad del Cuerpo de Ingenieros6.
90 Armas y Cuerpos Nº 145 ISSN 2445-0359