los Mártires y terminaban en la plaza
de la Grand Poste, el centro neurálgico
de la ciudad, donde se exigían medidas
democráticas y la liberación de
todos los detenidos. Los eslóganes
más coreados fueron aquellos que
pedían «una sociedad civil y no militar
». Además, se pusieron en marcha
algunos foros de la llamada diáspora
argelina, con protestas en ciudades
de otros países, especialmente en
París. Y es que la sociedad argelina,
a través de distintas ONG y diversos
foros, se siente preocupada por las
llamadas derivas totalitarias del poder
argelino3.
A finales del pasado octubre, y a lo
largo de la primera quincena de noviembre,
se produjo una huelga que
afectó a la Judicatura. En un aparente
intento de enfrentamiento con el poder
político del país, la disidencia ha
estado apelando a la independencia
de la justicia y exigiendo el fin de la
interferencia política en el desarrollo
del trabajo del poder judicial; ya que
en ocasiones, se acusó a los jueces de
haber actuado como ejecutores de la
estrategia represiva gubernativa. Pero
terminada dicha huelga, nada había
cambiado.
A pesar de todas estas actividades de
la disidencia, el Ejército ha reiterado
su oposición a cualquier tipo de solución
a la crisis fuera de las vías constitucionales.
10 / Revista Ejército n.º 952 julio/agosto 2020
Y aunque es cierto que
abandonar la vía constitucional puede
traer desorden y caos, también lo es
que el general Said Chengriha (sucesor
de Salah) y el Ejército podrían aún
instrumentalizar un proceso constitucional
para mantener el status quo y
acabar con cualquier intento de transición
democrática 4.
Con la convocatoria de elecciones
presidenciales del 12 de diciembre del
año pasado, el Gobierno buscó apaciguar
la protesta de la calle y restaurar
la legalidad democrática. Sin embargo,
la mayoría de la población argelina
se declaró no interesada en un
proceso electoral que veía como una
falsa solución, ya que dicho proceso
aparecía a sus ojos como un intento
de cambiar las cosas para que todo
siguiera igual, cuando lo que pretendían
era una ruptura total del sistema
y terminar con la organización actual
de la política nacional. Por otro lado,
se consideraba que en ese momento
no se daban las condiciones para
unas elecciones transparentes, por lo
que en la sociedad existían serias dudas
sobre la consulta 5.
Los resultados de estas elecciones
parecieron confirmar los temores de
la Hirak (‘el Movimiento’), principal
elemento opositor, al haber sido proclamado
como presidente electo Abdelmadjid
Tebboune, que era el candidato
oficial apoyado por el Ejército,
un hombre cuya vida política ha transcurrido
a la sombra de Bouteflika. En
estas elecciones votó, según la prensa
no gubernamental, el 58,15 % del electorado.
De este porcentaje, un 40 % se
decantó por el candidato oficial.
El nuevo presidente ha heredado los
problemas de su predecesor y las
distancias entre la Hirak y el poder
no parecen haber disminuido. Sin
embargo, como antes comentamos,
al general Gaïd Salah le sucedió en
el cargo el general Said Chengriha,
hombre de prestigio dentro de las
Bouteflika y el general Salah