Firma de la anexión de Crimea y Sebastopol a la Federación Rusa
45
e intermitentes enfrentamientos de
fuerzas convencionales y paramilitares
en la frontera de ambas repúblicas.
Al igual que seis años antes en
Georgia, los ciberataques alcanzaron
un gran protagonismo.
Instituciones de Ucrania, empresas,
bancos e instalaciones energéticas
fueron infectados por un software
malicioso del tipo ransomware denominado
Petia. Este virus se esparce
como un troyano e impide el arranque
de los ordenadores. Casi siempre se
activa en días festivos del calendario
ucraniano.
El Gobierno ruso (como aconteció en
Georgia) negó los ataques y los atribuyó
al «fervor patriótico» de elementos
incontrolados. Evidentemente, no
se pudo demostrar la veracidad de
esta excusa y lo que no pudieron negar
las autoridades rusas es que, en
ningún caso, tomaron medidas para
evitarlo.
La guerra en el ciberespacio no solo
supone la adopción de nuevos procesos
tecnológicos, sino que exige razonar
sobre la organización del Ejército,
la doctrina vigente y las tácticas de
combate. Los cambios estratégicos
no afectan únicamente al empleo de
los dispositivos informáticos, también
obliga a reflexionar sobre los aspectos
conceptuales y organizativos. Es
innegable la gran dependencia que
del ciberespacio tienen los equipos
de transmisiones y los sistemas de armas
del Ejército de Tierra, la Armada y
el Ejército del Aire, además de la afectación
que alcanza, en mayor o menor
proporción, a todas las funciones de
combate.
Las nuevas esferas de poder y la práctica
invisibilidad del enemigo refuerzan
el argumento de que para hacer
frente a la guerra larvada es necesario
adaptar tanto los elementos constitutivos
como tecnológicos, pues este
tipo de conflicto manufactura su particular
armamento en sus propias industrias,
lo que le permite maniobrar
sin muchas cortapisas por encima de
las fronteras con un ejército de bots,
hackers y trolls.
La posible injerencia de Rusia en algunos
procesos electorales de países
de la Unión Europea, así como en las
últimas elecciones presidenciales de
los Estados Unidos, o el sospechoso
incremento de noticias falsas en la redes
sociales provenientes igualmente
de la Federación Rusa en apoyo a los
intentos secesionistas en Cataluña,
constataron las debilidades de las democracias
occidentales en el ciberespacio
«está en juego nada menos que
el núcleo de nuestras democracias»,
ha señalado el director del Centro de
Estudios Estratégicos de La Haya.
«Según datos del Instituto Nacional
de Ciberseguridad de España
(INCIBE), los incidentes que gestionaron
en 2016, alrededor de 115 000,
duplicaron las cifras del año 2015, con
aproximadamente unos 50 000 incidentes
(EFE, 2017). EUROPOL cifra
en alrededor de 900 000 millones de
euros los costes del cibercrimen para
la economía global. Por su parte, la
OTAN señala que los incidentes informáticos
que gestionaron en 2016 supusieron
un aumento del 60 % respecto
al año 2015 (NATO, 2017 c: 24). La
tendencia de este tipo de incidentes
es vista por muchos analistas como
una situación de vulnerabilidad que
podría llegar a afectar a suministros