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básicamente musulmanes de la tribu
runga, y el UPC2 (Union pour la Paix
en Centrafrique), musulmanes de las
etnias fulani y mbororo. En este combate
ambos grupos emplearon lo que
tenían, que tan buen resultado había
dado hasta entonces: Toyota armados.
Sin embargo, el FPRC era mucho
más numeroso que el UPC, por lo que
este último combatía a la defensiva.
En la pequeña batalla de Bambari (en
realidad, una serie de escaramuzas
menores ocurridas entre noviembre
de 2016 y febrero de 2017) no se reprodujo
el patrón anterior: los más
numerosos miembros del FPRC se
vieron envueltos en una larga operación
de combate en la que sufrieron
grandes pérdidas. Las razones
de esto hay que buscarlas en las limitaciones
de las «fuerzas Toyota»
para combatir fuera de su entorno
natural: el desierto y la sabana. En
efecto, el terreno en Bambari es una
selva densa, cruzada por numerosos
cursos de agua, que fuerzan a los vehículos
a restringir su movimiento a
los escasos caminos existentes y a
emplear los pocos puentes o vados
disponibles. Las fuerzas del UPC se
limitaron a concentrar sus esfuerzos
defensivos en esos vados, puntos de
paso obligado para los Toyota enemigos.
En consecuencia, al no poder
salir de los caminos, los Toyota del
FPRC perdieron la mayoría de sus
ventajas:
• A diferencia del desierto o la sabana,
en la jungla el número de rutas
es limitado y conocido. El defensor
solo necesitaba elegir el punto más
ventajoso donde deseaba establecer
su defensa. Con muy poco
esfuerzo podía vigilar los pocos caminos
existentes, aprovechando la
frondosidad de la selva, para saber
cuándo y por dónde se aproximaban
los atacantes. La falta de medios
ISTAR era, en consecuencia,
un problema menor, y la sorpresa
para el atacante era prácticamente
imposible.
• La escasez de carreteras hacía muy
difícil efectuar ataques convergentes
con fuerzas procedentes de
diferentes puntos. Incluso, cuando
esto era posible, las direcciones de
ataque eran siempre limitadas en
número y previsibles.
• Al no poder salir de los caminos,
los atacantes no tenían la opción
de desplegarse alrededor de sus
objetivos, por lo que les resultaba
imposible aprovechar la enorme
potencia de fuego que tenían.
• Los campos de tiro disponibles
eran mucho más cortos y más restringidos,
por efecto de la vegetación,
lo que neutralizaba en gran
medida las ventajas del empleo de
armamento pesado y posibilitaba
que infantes armados con fusiles
de asalto y lanzagranadas pudieran
hacer frente a los Toyota dotados
con armas pesadas.
• Al perderse la sorpresa, los combates
eran mucho más largos, lo
que hizo que los atacantes consumiesen
la munición rápidamente y
tuviesen que cesar los ataques con
frecuencia, a la espera de recibir
suministros. Esta tarea era lenta, al
carecer de ninguna experiencia en
el establecimiento de un sistema
logístico.
• Cuando los atacantes, a un alto
coste, consiguieron superar las defensas,
su entrada en las ciudades
(Bambari, pero también Ippy o Bria)
les supuso nuevos problemas: los
defensores no combatieron en las
afueras de la ciudad (como habían
hecho los sudafricanos en Bangui,
buscando proteger a la población),
sino que esperaron a las columnas
Toyota del Ejército de Burkina-Faso. Las Fuerzas Armadas locales han adoptado en muchos casos la forma de combatir de los
insurgentes, empleando masas de vehículos ligeros dotados de armas pesadas