El Colegio de
Infantería, hasta
su disolución,
honró por patrona
a la Inmaculada
Concepción,
adelantándose
casi en medio
siglo a la Real
Orden de 12 de
noviembre
de 1892
Entre las anécdotas más simpáticas y
ocurrentes que se cuentan del Colegio
de Infantería destaca la de aquel
cadete apellidado Araujo (su nombre
completo era Rafael Araujo y Prádanos)
procedente del extinguido Colegio
General Militar, que después
de llevar casi siete años en el Colegio
por haber repetido todos los cursos
y estando a punto de causar baja
en el mismo por su «manifiesta desaplicación
», tuvo la feliz ocurrencia
de dirigir una instancia en verso al
director general de infantería (y, por
su cargo, director del Colegio), el teniente
general don Fernando Fernández
de Córdova, pidiéndole en
inspiradas cuartetas que le sacara
de una vez del colegio, o lo que era
igual, que le concediera el ascenso a
subteniente «por antigüedad». Pero
como quiera que para la promoción
a oficial es preceptivo el Despacho
Regio, el general Fernández de Córdova
dio a la lírica instancia el «curso
reglamentario», elevándola, con su
marginal y favorable informe a la reina
Isabel II que, compadecida de las
desventuras que el caballero alumno
Araujo «perdigón» (alumno repetidor)
de seis años largos narraba en
sus bien compuestos versos alejandrinos,
promovió a este a subteniente
por real orden y le asignó el último
puesto de la promoción. Sin embargo,
y tengo ante mí su hoja de servicios,
Araujo fue un magnífico oficial
y jefe del arma, profesor durante muchos
60 / Revista Ejército n.º 966 • octubre 2021
años del Colegio de Infantería y
combatiente distinguido en la guerra
de África (1859-1860), donde se hace
acreedor por su heroísmo de la preciada
Cruz de San Fernando, y en la
tercera guerra carlista, donde llegó a
alcanzar el empleo de teniente coronel
de infantería. Dícese que cuando
presiente que su vida está llegando a
su ocaso fija su residencia en Toledo,
a la sombra del Alcázar donde discurrieron
sus juveniles pasos en sus casi
siete años de cadete, y en esta plaza
fallece en el año de 1885.
Respecto a la bandera, y pese a que
el Real Decreto de 13 de octubre
de 1843 disponía los colores rojo y
gualda para todas las enseñas de los
distintos regimientos y demás cuerpos
del Ejército, el Colegio de Infantería,
por una especial concesión, usó
desde sus inicios la bandera llamada
universitaria, pues había tenido su origen
cobijando bajo los pliegues de sus
gloriosos tafetanes a los jóvenes universitarios
de la real y pontificia Universidad
de Toledo, que ante el peligro
de la patria invadida y ultrajada en su
independencia acudieron a la «proclama
» de su rector y formaron el Batallón
de Voluntarios de Honor de la
citada universidad y, con su bandera
S.M. La Reina Doña Isabel II