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brazos del sargento Ramiro Álvarez
Astray, en los que fallece11.
Flomesta interpela a los suyos: ¡Que
se inutilicen las piezas y sálvese quien
pueda! 12. Tres de las cuatro piezas son
inutilizadas, una de ellas de las manos
del propio teniente, que sigue en pie
hasta que una piedra alcanza su cabeza
y un disparo le impacta en el brazo.
Se tambalea, su voz es débil, pero sigue
municionando y arengando a los
hombres: ¡Vivan los Regulares, viva
España. Sois valientes, muchachos
a ellos!, fusil en mano y haciendo uso
de este en los parapetos. Otro disparo
le alcanza la cabeza, hasta que finalmente
cae sobre una de las piezas,
donde uno de sus artilleros intenta tirar
de él arrastrándole hasta que decide
dejarle, al no poder hacer nada por
salvar su vida13.
Sobre las 17:00 horas de ese fatídico
miércoles 1 de junio, la posición cae.
Los heridos corren despavoridos y los
cadáveres (aproximadamente 28, incluidos
los 6 oficiales) quedan esparcidos
y expuestos a lo largo del cerro
bajo el sol abrasador de esa cálida
zona del África septentrional.
Y se preguntarán ¿qué fue del malogrado
teniente Flomesta? Existen dos
versiones contradictorias. La primera
y más extendida es que fue capturado
aún vivo y mantenido en cautiverio
en una cabila cercana con el fin de
utilizarlo después para instruirles en
el manejo de las piezas de artillería,
a lo que él se negó, y murió de inanición
y de las heridas recibidas en Abarrán,
aproximadamente un mes después
de su captura. Sin embargo, por
documentación de la época, testigos
y prensa escrita, todo apunta a que
murió en pleno combate el día de los
hechos. En esta misma línea parece
pronunciarse subliminalmente el general
de división Juan Picasso González
en su celebérrimo informe (conocido
como Expediente Picasso, del que
tomó su nombre14 que, en el capítulo
sobre los antecedentes de los sucesos
de julio de 1921, dice sobre Abarrán
y el teniente Flomesta: … que
según versiones, sin duda aportadas
por los mismos moros, cayó en poder
del enemigo gravemente herido, y no
solo se negó a ser curado, sino que se
dejó morir de hambre, antes de servir
ni enseñar a servir las piezas que
habíamos perdido en esa posición.
Obsérvese que no aporta ningún elemento
probatorio cierto y contrastado
y sí más bien un poco de rumorología
y díceres de la gente; en suma,
un poco de «radio macuto».
A mayor abundamiento, es revelador
el artículo publicado en el diario ABC,
de fecha 8 de julio de 1921, bajo el título
«De la historia inédita al teniente
Flomesta»15. En él, el periodista que
lo suscribe, un tal J. Ortega Munilla,
declara solemnemente la muerte de
Flomesta en la toma de Abarrán: …
Y él, herido de nuevo, cayó allí mismo,
sin permitir que nadie se ocupara en
salvarle. Y así falleció don Diego Flomesta,
cumpliendo estoicamente su
deber, dando a la patria la existencia,
dechado nuevo del heroísmo…, amén
de las esquelas anunciando su fallecimiento
que mandarían publicar familiares
y compañeros de armas con
fecha 10 de junio de 1921, solo nueve
días después del suceso16.
Soldados de Bullas en el Rif, año 1922.
Comenzando por arriba y en sentido de las agujas del reloj:
Mateo Fernández, Joaquín Fernández, Juan Pedro Egea,
Mateo Caballero y Manuel Bernad