revista de aeronáutica y astronáutica / octubre 2020
806 sobrevolando la II Guerra Mundial
deros en picado estuvo facilitado
por el ataque en altitud de los B-17,
que obligó a los buques a romper
sus posiciones de mutuo apoyo; así
mismo, el último ataque también lo
realizaron los B-17 contra el Akaga,
que venía tocado, bombardeándolo
desde tres mil pies y ametrallando
la cubierta. En total la Fuerza
Aérea realizó 17 ataques contra la
fuerza naval.
Tanto durante como después de
la guerra, se le dio gran publicidad
a las operaciones de los portaviones,
pero nunca se difundió que
la mayoría de estas operaciones
eran protegidas por las Fuerzas Aéreas.
Como norma general, desde
alguna semana antes al comienzo
de una incursión naval, durante la
misma, y varios días después, para
cubrir su retirada, bombarderos de
las Fuerzas Aéreas, y en su momento
cazas, volaban hasta el límite de
su alcance, en difíciles condiciones,
para evitar que se pudiera materializar
alguna amenaza, naval o aérea,
desde bases situadas en los flancos
de la incursión naval. Y no nos referimos
a pequeñas operaciones sino
a las incursiones de la poderosa
fuerza de portaviones rápidos.
La fuerza de portaviones rápidos
no era ninguna fruslería. Cuando
lanzaba una incursión se presentaba,
después de una navegación
a alta velocidad, a doscientos cincuenta
o trescientos kilómetros de
su objetivo, con del orden de ¡mil
a mil quinientos aviones! y con su
escudo protector de veinte acorazados
y cruceros y del orden de
cien destructores, además de submarinos
(sin olvidarnos de los petroleros
y buques de apoyo con su
propia fuerza de protección). Aunque
la composición variaba según
los casos, solo del orden del treinta
por ciento de los aviones de la fuerza
era aviación de ataque y del orden
del setenta por ciento restante
eran cazas para la propia defensa.
Estamos hablando de entre setecientos
a novecientos cazas de defensa
(la RAF no disponía de tantos
para oponerse a la Luftwaffe para la
defensa de las Islas Británicas cuando
la Batalla de Inglaterra). Pues
a pesar de todo, y como ya se ha
dicho, eran las Fuerzas Aéreas las
que daban seguridad a todo este
despliegue y luego cubrían su retirada.
De aquí las quejas del general
Le May, que dirigía el bombardeo
aéreo de Japón, cuando se le ordenaba
apoyar una incursión de portaviones,
dado que representaba
dejar de lanzar tres mil toneladas
de bombas sobre objetivos prioritarios
para que la Task Force lanzara
trescientas toneladas contra los
objetivos que su fuerza aérea podía
alcanzar (al decir del propio general).
Como norma los portaviones
se retiraban al día siguiente también
a alta velocidad bajo la cobertura
de las Fuerzas Aéreas.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Según el historiador Richard
Overy, las Fuerzas Aéreas en el Pacífico
hundieron dos millones de
tonelaje marítimo japonés, un tercio
más del hundido por el esfuerzo
combinado de los buques de
superficie aliados (que solo hundieron
quinientas mil) y los submarinos
(un millón, submarinos que
también son los grandes olvidados
de esta guerra), mientras las Fuerzas
Aéreas desarrollaban la guerra
propiamente aérea y a la par intervenían
en la terrestre. Resultados
equivalentes se cosecharon en el
Atlántico. Siguiendo los datos que
aporta el propio Churchill en sus
memorias, la aviación terminó hundiendo
el doble de tonelaje y el triple
del número de buques que la
marina de superficie y, como ya se
ha citado, para la aviación esta no
era la misión para la que se había
equipado ni entrenado. n
Bombardero B-17 flying Fortress
Douglas A-26-Invader