el despliegue del Ala 31 en Kabul dosier 909
pensar posibles demoras; pero nunca se quería llegar
a Kabul con mucho combustible ya que eso significaría
menos carga útil al despegue, y por tanto menos refugiados
fuera de Kabul.
Tras una hora en Kabul en la que se cargaba a los refugiados,
se realizaba el viaje de vuelta. En total eran unas
ocho horas de vuelo, al llegar, aunque se intentaba acelerar
al máximo, las tripulaciones sufrían otras cuatro horas
de trámites, lo que llevaba la duración de las misiones a
unas quince o dieciséis horas; y muchos de los tripulantes
volaban hasta tres misiones antes de tener un día sin vuelo.
Al llegar a Al Minhad, los refugiados debían permanecer
en los T.23 hasta que el avión de Air Europa los pudiese
embarcar, los primeros días esto se prolongó hasta
cinco horas, durante las cuales, tripulantes que no volaban
al día siguiente personal de mantenimiento apoyaban
al personal del EADA y del equipo CIMIC, mientras
realizaban sus tareas propias. Destacar que en ese momento,
prácticamente el medio día emiratí era cuando
mantenimiento podía trabajar en los aviones, con temperaturas
de más de 40ºC, para que estuviesen listos para la
siguiente misión.
Pese a lo duro del ritmo de trabajo, no hubo ninguna
queja ni se bajó el ritmo en ningún momento. Pocas veces
los tripulantes han visto tan directamente el fruto de su
trabajo, no es lo mismo que te digan que los suministros
que llevas son vitales a ver la cara de alivio de los refugiados
cuando embarcaban en el T.23. Ese aspecto le dio
una pátina de humanidad a la misión de la que nadie, ni el
curtido comandante de aeronave, ni el supervisor bregado
en mil vuelos, ni los de mantenimiento se pudieron escapar.
Todos, e insisto en el todos, se volcaban en ayudar
a los refugiados, sobre todo a los niños, se repartían caramelos,
revista de aeronáutica y astronáutica / noviembre 2021
se les entretenía con juegos y con cyalúmenes. El
tiempo que debían permanecer en los T23 a la espera de
embarcar en los aviones de Air Europa se intentaba por
todos los medios que estuviesen tranquilos y ocupados,
para que la espera pasase rápido, se tiraba de traductores
improvisados. Hubo refugiados que contaron sus historias
a las tripulaciones, y éstas proporcionaron cierto consuelo
a dichos refugiados, se intentaron realizar gestiones
para facilitar la evacuación de familias separadas. En general
el personal del Destacamento además de realizar
sus tareas con mucha profesionalidad, siempre actuó con
gran humanidad y cercanía, con el objetivo no declarado
de facilitar el traumático lance por el que la mayoría de
los refugiados estaba pasando.
En cuanto a mi experiencia personal, mi primer contacto
con Afganistán ocurrió en mayo de 2002 con mi primer
viaje a Bagram, después siguieron Kandahar, Herat, Kabul,
Charcharan, Qalai-Now, Farah, Maimana, Camp Bastion
y el resto de aeropuertos, pistas repartidas por todo
el país, pero sin duda Kabul siempre ha sido un destino
especial, quizás rodeada ese halo de exotismo, misterio
y dificultad que tenía operar en su aeropuerto los primeros
años, y posteriormente al convertirse en la joya de la
corona de ISAF: un aeropuerto moderno, práctico, multinacional,
vibrante… y poner punto final a mi experiencia
afgana extrayendo refugiados de ese mismo aeropuerto
no deja de ser paradójico. Casi 20 años después ¿volvíamos
a la situación inicial? Pese a que todos los indicios
apuntan a que sí, quiero creer que nuestra implicación en
ese rincón de Asia no fue en vano, y que conseguimos
cambiar la vida de algunos afganos o, que en el peor de
los casos, al menos hay 1900 refugiados que sí van a tener
una oportunidad. n
Personal del Destacamento del Ala 31 y del EADA