MARCEL PUJOL I HAMELINK
difundirse por la península ibérica y el resto de Europa, propagándose rápida-mente
por la costa y hacia el interior siguiendo el curso de las rutas fluviales,
las principales vías de comunicación. Esta es la razón por la que posterior-mente
se obligó a los barcos y a sus tripulaciones a practicar cuarentenas, para
prevenir el contagio.
Otros animales que también se pueden considerar polizones o parásitos
son los peces que acompañan al barco, aunque con un sesgo positivo, pues
pueden servir de alimento a la tripulación. Por el contrario, los moluscos
que se adhieren al casco lo degradan y pueden llegar a provocar vías de
agua, además de ocasionar que el barco pierda velocidad al navegar. No
debemos olvidar la presencia de la broma (Teredo navalis), el gusano que
penetra en las tablas del forro y consume su interior, debilitando el casco en
toda su obra viva y convirtiendo la madera en una estructura agujereada
como una esponja.
De la misma manera que hay peces que acompañan al barco, puede haber
aves que lo utilicen para reposar durante sus viajes migratorios o, si tienen sus
nidos en la costa, cuando se aventuran mar adentro para pescar y alimentarse.
Estos animales, al posarse en un barco en busca de reposo, actúan de indica-dores
de la proximidad de la costa, aunque esta aún no sea visible11.
Animales como tripulación
Todos los miembros de la tripulación tienen un rol a bordo: el patrón,
máximo responsable de la seguridad de aquella, del cargamento y del barco;
el nauxer o piloto, experto en navegación; el timonel, que mantiene la direc-ción
del barco; el escribano, que lleva las cuentas y el diario de a bordo; los
marineros, que manipulan velas y cabos, etc. Pero hay un animal que muy a
menudo se embarcaba como miembro de la tripulación: el gato. Su función
era básicamente eliminar las ratas, para así minimizar el daño que podían
hacer estos roedores, tanto a la carga como al barco y a su tripulación. Hay
que tener en cuenta que los roedores embarcados crean nidos, gestan y se
(11) Pero Tafur, navegando por el Egeo de la isla del Negroponte a la de Creta, explica
que hubo «una gran fortuna en la mar (…) el navío estava todo lleno de aves, que posavan enci-ma
de los hombros, de las que venían fuyendo de la fortuna (…) abubillas». JIMÉNEZ DE LA
ESPADA, Marcos (ed.): Andanças e viajes de Pero Tafur por diversas partes del mundo avidos
(1435-1439), Imprenta de Miguel Ginesta, Madrid, 1874, p. 190. También es importante recor-dar
el pasaje de Noé y el uso de un cuervo y una paloma para avistar tierra recogido en Génesis
8: «Final del diluvio: Al cabo de cuarenta días, Noé abrió la ventana que había hecho en el arca
y soltó un cuervo, que salía y volvía, esperando que las aguas se secaran en la tierra. Entonces
soltó una paloma para ver si las aguas habían bajado del todo, pero la paloma no encontró
ningún lugar donde parar, y volvió al arca: las aguas aún cubrían la tierra. Noé sacó la mano,
tomó la paloma y la entró dentro del arca. Esperó siete días más y dejó salir otra vez a la palo-ma.
Esta volvió al atardecer con una hoja de olivo recién arrancada en el pico. Noé comprendió
que las aguas habían bajado. Espero aún siete días y volvió a soltar la paloma, que ya no
volvió».
124 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 154 (2021), pp. 119-148. ISSN 0212-467X