LEPANTO. LOS PROBLEMAS DE LA VICTORIA Y LA «QUIETUD SOSIEGO DE LA...
Noé construyó el primer barco. Obviamente era una exageración, pero este
testimonio es muy expresivo del impacto tremendo del resultado del combate
en el devenir del imperio otomano. De hecho, el elenco de posibilidades que
hemos visto que se pudieron dar entre las filas cristianas tiene su correlato en
el bando turco, donde tampoco se sabía qué podía pasar a partir de la magni-tud
del encuentro en las aguas de la entrada del golfo de Corinto. Tal y como
afirma el historiador turco de nuestros días Hüseyin Serdar Tabakoğlu, que
emplea la documentación original del BCOA (Cumhurbaşkanlığı Osmanlı
Arşivi, archivos otomanos de la oficina de la Presidencia), el riesgo diplomáti-co
era evidente. En principio, lo que más asustaba en la corte del sultán era
que el Imperio y Francia se unieran a la Liga al socaire de la ola de fervor reli-gioso
que el resultado de la batalla había extendido por toda Europa. Preocu-paba
especialmente que Francia pasara de valioso aliado a peligroso enemigo.
Así pues, el gobierno otomano intentó que las cosas no pasaran a mayores
anticipándose en el plano diplomático40.
En el plano logístico y de la construcción naval, después de Lepanto la
prioridad absoluta de los turcos era reconstruir la flota. Las órdenes del sultán
en este sentido eran tajantes y expresaban con meridiana claridad que todos
los preparativos navales obedecían a una situación extrema y totalmente extra-ordinaria.
Y esta situación de urgencia obligaría a los turcos a construir más
de cien barcos lejos de sus atarazanas habituales, para luego terminar de equi-parlas
en ellas, lo que suponía un esfuerzo redoblado41.
Gracias a ímprobos esfuerzos, se llegaron a construir 134 galeras en unos
pocos meses, de tal manera que en la primavera del año siguiente se pudo
poner en el Mediterráneo, en situación operativa, una flota de 234 galeras y 8
galeazas42. No obstante, si bien es cierto que el esfuerzo dio un resultado
increíble, evidenciando la admirable capacidad de recuperación del imperio,
también redundaría en la desatención, como veremos, de otros objetivos estra-tégicos
y militares.
Por los mercados imperiales se publicaron múltiples anuncios para reclutar
sobre todo arcabuceros, a los que se prometía como recompensa un timar si se
unían a la armada. A las armas de fuego se les dio pues, luego de Lepanto, la
máxima importancia, y en este sentido, se obligó a todos los cristianos que
tuvieran armas a entregarlas a las autoridades43.
Pero, si bien en lo relativo a construcción de barcos se pudieron sortear
múltiples problemas y obtener resultados ciertamente asombrosos, el equipa-miento
de las naves ya era cuestión más peliaguda. El gran visir Sokollu
Mehmed Pachá había afirmado: «Su Alteza Pachá todavía no habrá conocido
bien la Sublime Puerta, mas que sepa que este es un Estado tal que, si lo quie-re,
tiene el poder de hacer las anclas de plata, los amarres de seda y las velas
(40) TABAKOĞLU, Hüseyin Serdar: «Repercusiones y consecuencias de la batalla de
Lepanto», en CLARAMUNT SOTO: ob. cit.
(41) RIVERO RODRÍGUEZ: ob. cit., p. 251.
(42) TABAKOĞLU: «Repercusiones y consecuencias...», en CLARAMUNT SOTO, ob. cit.
(43) BOSTAN: «La armada otomana...», ibídem.
REVISTA DE HISTORIA NAVAL 154 (2021), pp. 9-26. ISSN 0212-467X 21