LEPANTO. LOS PROBLEMAS DE LA VICTORIA Y LA «QUIETUD SOSIEGO DE LA...
remeros eran una de las necesidades más acuciantes, porque la mayoría
habían muerto en Lepanto, con lo que el impuesto extraordinario que suponía
el servicio obligatorio en los remos de las galeras se puso en funcionamiento
al máximo. El kapudan pachá se encargaría, según órdenes estrictas, de
entrenar a toda prisa a los remeros para que se acostumbraran cuanto antes a
la vida a bordo47.
Los barcos no estaban, pues, aprestados como un año antes y, después de
todo lo ocurrido y de las dificultades presentadas –hemos descrito solo algu-nas
de ellas–, la armada turca partiría en la nueva campaña por razones bien
distintas de las del año anterior. La expedición que sucumbió en Lepanto tenía
la misión de saquear las islas del enemigo y destruir su armada a la menor
ocasión, según quedaba establecido en los edictos promulgados para ello.
Ahora las cosas eran bien diferentes; el objetivo más importante de Uluj Alí
era proteger las costas y poblaciones del propio imperio otomano. Y así quedó
reflejado en el certificado que se le emitió como sedar el 13 de junio de 1572,
donde se le indicaba que su misión era proteger las provincias, islas, castillos
y ciudades de la costa mediterránea, y que debía velar sobre todo por que se
asegurara el orden entre sus poblaciones, cuya protección frente a eventuales
ataques cristianos había de quedar garantizada48.
De este modo, en la diplomacia turca no solo reinaba el desasosiego por
las posibles nuevas alianzas; también se había extendido cierto miedo y
prevención en el plano de la estrategia militar. Uluj Alí mantuvo una estrate-gia
de gran prudencia y no puso en riesgo la flota, siendo como era consciente
de que la mayoría de sus hombres carecían de experiencia en combate, a lo
que habría que añadir el impacto moral de la derrota, que seguía haciendo
mella en la confianza en sí misma de la tropa. El almirante turco debía adoptar
una actitud defensiva, pues su pretensión ahora no era ya enfrentarse al
enemigo de forma decisiva, sino mantenerlo alejado del eyalato del archipié-lago
y conservar intacta su propia flota49.
Se sabía del regreso de don Juan de Austria a través de la república de
Ragusa, la cual era una de las vías otomanas de información sobre lo que
ocurría en Europa. Las noticias hablaban de que la flota cristiana había logra-do
reunir hasta 250 galeras, 8 galeazas y abundantes fuerzas de infantería. A
los turcos estas cifras les parecieron exageradas pero, como quiera que fuese,
el sultán ordenaría a Uluj Alí que mantuviera su flota a salvo si las armadas de
España y Venecia se aprestaban a combatir juntas. Solo en el caso de que
actuaran por separado podría sopesar la adopción de una estrategia más agre-siva.
Además, el sultán advertía a su almirante del peligro de que las fuerzas
de la Liga desembarcaran en suelo turco, y para prevenirlo le ordenó tomar las
medidas necesarias en el mar, mientras que el visir Huseín Pachá debía hacer-se
cargo de las necesarias defensas terrestres.
(47) TABAKOĞLU: «Repercusiones y consecuencias...», ibídem.
(48) BOSTAN: «La armada otomana...», ibídem.
(49) TABAKOĞLU: «Repercusiones y consecuencias...», ibídem.
REVISTA DE HISTORIA NAVAL 154 (2021), pp. 9-26. ISSN 0212-467X 23