DICIEMBRE 2020
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su ignorancia sobre el cálculo de un pilar de esquina que necesitaba en mi proyecto
de construcción, pues aún estando los civiles en tercer curso todavía no conocían ese
tema que se estudiaría en los programas de años posteriores. Discutimos, técnicamente,
y pude atisbar la salud de nuestro nivel de estudios, y comprobé, por tanto, que
sabíamos aplicar lo aprendido y lo volcábamos en nuestros proyectos que avanzaban
con el paso seguro que afirma el buen aprendizaje.
La dureza de la Academia de Burgos distinguía a los Ingenieros como los que dedicaban
más horas de estudios en la Enseñanza de Formación de Oficiales; el problema que
se le presentaba a un caballero alférez cadete de Ingenieros, cuando salía del comedor
después de cenar, era buscar un sitio adecuado para estudiar cuando apagaran la luz
de los lugares reglamentarios de estudio; las formas más peregrinas de poder hacerlo
después constituían no solo una demostración más de ingenio, sino incluso prácticas
arriesgadas de búsqueda de la luminosidad suficiente para poder asumir la materia
lectiva diaria.
La dureza de la calidad de vida era otra de las características; salidas muy limitadas
en horarios, permisos inexistentes, prohibición de dormir fuera de la Academia (solo si
eras Cuadro de Honor, el primero en tres asignaturas, podías desplazarte a otra ciudad
de sábado por la tarde a lunes a diana, y claro, ese día tenías asegurada la salida en la
pizarra, en clase,.. en todas las asignaturas), la proporción de “perdigones” más alta de
todas las Academias, etc. La dureza de la vida elegida daba entonces esperanzas de
que el esfuerzo sufrido tendría su resultado, el reconocimiento, el ser un buen ingeniero
militar, el saber aplicar lo aprendido, el ser útil al Ejército; el ejemplo de la Academia de
Guadalajara y de los Oficiales salidos de ella era un horizonte posible y deseado; sin
embargo no fue exactamente así.
Los amplios conocimientos técnicos que poseía en aquella época bullían en mí sin
que su aplicación hubiera sido frecuente ni profunda; los ejercicios tácticos repetitivos
y carentes de lo necesario para realizar nuestra misión se sucedían sin penetrar en lo
esencial , emplear la técnica civil en las operaciones militares; ni que decir tiene que
las demás Armas y el Mando no nos empleaban bien, porque no nos conocían y tampoco
confiaban en nosotros plenamente, y todo era debido fundamentalmente a que
los Oficiales del Arma no estábamos facultados oficialmente para planificar y ejecutar
finalmente los proyectos existentes, como los que habíamos diseñado en la Academia
al final de nuestros ciclos de formación, que tanto esfuerzo nos habían costado; éramos
unos ingenieros de segunda, o ni siquiera eso.
Las Unidades de Ingenieros estaban dotadas insuficientemente, sus capacidades no
estaban adaptadas al combate, sus materiales, algunos con características civiles,
como las máquinas de ingenieros, no resistirían en absoluto un combate convencional
de cierta intensidad, salvo en Grandes Unidades Mecanizadas y Acorazadas con
alguna protección, pero sin que hubiera una adaptación equilibrada de los medios de
ingenieros a las características generales de los materiales de dichas Grandes Unidades;
es decir se compraban carros de combate y material autopropulsado pero no una
Brigada con todos sus elementos de las mismas características, los ingenieros no estaban
incluidos en la política de compras o se hacía más tarde de forma complementaria
y deficitaria.
Los ingenieros de las Especialidades disponían de capacidades pero no eran empleadas
y si lo hacían era con muchas limitaciones; se da el caso de que en las primeras
operaciones de apoyo a la paz en los Balcanes, en el Ejército de Tierra, la posición del
Mando era la de no enviar ingenieros de Especialidades sino solo ingenieros de comba