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Vista del campamento desde la Peña de San Torcuato
del programa de instrucción requirió un verdadero
esfuerzo logístico, sobre todo en lo que concernía
a la alimentación.
Los domingos se celebraba por la mañana
misa de campaña y zafarrancho. Casi todas las
tardes los cadetes salían de paseo al pueblo,
tema éste que abordamos más adelante.
El campamento
Desde el primer año, la Academia acampó en
los prados (hoy una urbanización) que se encontraban
viniendo de Ojacastro, a la entrada de
Ezcaray. De 1968 a 1970, la Academia acampó
en el nuevo campo de fútbol y espacios verdes
deportivos de las recién inauguradas piscinas
municipales ezcarayenses. Para la instalación del
mismo, tres días antes de la llegada del grueso
de la Academia, salía de Zaragoza en tren una
comisión aposentadora.
La llegada de unas 1.300 personas entre mandos,
cadetes, tropa y personal civil alteraba la
tranquila vida de los lugareños. Como afi rmaba
uno de estos, “durante unos días se rompía la monotonía
y rutina del pequeño y perdido pueblo
de montaña llamado Ezcaray. Son unos días diferentes
y las calles se contagian con la alegría de
estos jóvenes a quienes el pueblo ofrece siempre
un caluroso recibimiento”.
El campamento tenía todos los servicios necesarios:
tiendas para dormitorios, botiquín, peluquería,
cocinas, comedores al aire libre, cantina,
letrinas, duchas portátiles, cuerpo de guardia,
etc. El general director y el coronel jefe de estudios
ocupaban sus tiendas situadas al lado del
antiguo chalet “del inglés”, más conocido después
de la guerra civil por el “Preventorio”.
El horario que ordenaba la vida en el campamento
dependía del plan de estudios y actividades
previstas. En general se tocaba diana entre
las cinco y media y seis de la mañana; la primera
comida, se repartía de una y media a dos y media;
el alto era sobre las seis de la tarde; retreta y
segunda comida a las nueve de la noche y silencio
sobre las veintidós horas.
Los comedores se organizaban al aire libre con
lo que suponía si las condiciones atmosféricas
eran adversas, tanto de exceso de calor como
de niebla, frio o lluvia. Estaba formado por tantas
mesas y bancos como fueran necesarios. Y siempre,
cada uno de los cadetes se sentaba en un
lugar prefi jado. Muchos de los días festivos que
los cadetes tenían “paseo”, se permitía que entrasen
en el campamento los vecinos del pueblo
para presenciar fi estas organizadas a base de escenas
humorísticas y números musicales a cargo
de los cadetes, además de conciertos interpretados
por la Música de la Academia.
Pero no solo en el campamento se realizaron
festivales. También los hubo en el cine del pueblo
para corresponder a las “múltiples atenciones que
las autoridades y vecindario de Ezcaray tenían
con todos los componentes de la Academia”. Se
proyectaban documentales de las prácticas de
los años anteriores y otros de la vida académica,
mientras que los cadetes alegraban y animaban
la fi esta con canciones y notas humorísticas.
94 Armas y Cuerpos Nº 146 ISSN 2445-0359