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«La mayor responsabilidad de la
Alianza es proteger y defender nuestro
territorio y nuestras poblaciones
contra un ataque, como se establece
en el artículo 5 del Tratado de Washington.
Nadie debería dudar de la determinación
de la OTAN si la seguridad
de alguno de sus miembros se viese
amenazada. Ante un entorno de seguridad
internacional muy diverso, complejo
y exigente, la OTAN está decidida
a mantener la gama completa de
capacidades necesarias para disuadir
y defenderse de cualquier amenaza a
la seguridad de nuestros conciudadanos,
dondequiera que surja».
Comunicado de la Cumbre de Bruselas
(14 de junio de 2021).
INTRODUCCIÓN
Es incuestionable que la gestión de
las crisis por parte de la OTAN ha
evolucionado. El Concepto Estratégico
(NSC) de 1991 introdujo la gestión
de crisis y la prevención de conflictos
como una oportunidad para abordar
las crisis en una etapa temprana1.
Posteriormente, tras las intervenciones
de la OTAN en los Balcanes, la
expansión de la seguridad a través
de la gestión de crisis se incorporó
al NSC 2010, que también estableció
tres tareas esenciales equilibradas
cuya relevancia ha variado a lo largo
del tiempo: defensa colectiva, gestión
de crisis y seguridad cooperativa.
Este artículo tiene por objeto abordar
el futuro de las operaciones de
gestión de crisis de la OTAN (CMO)2.
Desde el final de la Guerra Fría, las
CMO han sido la principal herramienta
para responder a los conflictos
fuera del área de responsabilidad
de la OTAN3 y a menudo han contribuido
a la estabilidad y a la relevancia
de esta organización como estabilizador
regional. Sin embargo, el
largo compromiso en Afganistán ha
puesto de manifiesto la necesidad
de alinear la ambición con los recursos.
Además, el conflicto de Ucrania
(2014) ha dado un renovado énfasis
a la defensa colectiva y relegado las
CMO y la seguridad cooperativa a
una prioridad menor.
Para analizar el futuro de las CMO,
este artículo se divide en tres partes.
La primera identifica los factores que
deben tenerse en cuenta para operaciones
futuras, extraídos del análisis
de experiencias previas. La segunda
analiza el espectro de CMO incluido
en el NSC 2010 (prevención, gestión,
estabilización y reconstrucción)
y expone un nuevo modelo en el que
la prevención y el desarrollo de capacidades
serán cruciales para conformar
el entorno de seguridad, mientras
que las consultas políticas y la cooperación
facilitarán un enfoque integral
de las crisis4. Finalmente, la tercera
parte aplica este modelo para hacer
prospectiva sobre el papel de la OTAN
en tres áreas principales del enfoque
de trescientos sesenta grados: Este,
Oriente Medio y África.
EL LEGADO DE LAS
OPERACIONES DE GESTIÓN
DE CRISIS
Desde que concluyó la Guerra Fría y la
Unión Soviética dejó de ser una amenaza
vital para Europa occidental, la
OTAN ha buscado un propósito claro
para desarrollar sus capacidades
y seguir siendo relevante. Si bien inicialmente
un fuerte optimismo llevó a
los países occidentales a vislumbrar
un mundo pacífico, la Declaración de
Roma (1991) incorporó el concepto
de la seguridad ampliada, que marcó
el inicio de las intervenciones fuera
del área, denominadas «de gestión
de crisis».
A pesar de la existencia de esta base
para los compromisos fuera de la
zona euroatlántica, la intervención
en Bosnia y Herzegovina en la década
de los noventa ilustra la respuesta
a una crisis sin un claro objetivo
político5. La intervención y la gestión
inicial de esta crisis estuvieron
amparadas y lideradas por la ONU,
pero, tras la ocupación por parte de
los serbios de la zona segura de la
ONU y el genocidio de Srebrenica,
los Estados Unidos y sus aliados decidieron
intervenir y llevar a cabo los
ataques aéreos que allanaron el camino
hacia Dayton. Posteriormente,
las Fuerzas de Implementación
Internacionales (IFOR), lideradas
por la OTAN, unirían a más de treinta
naciones, pero es preciso destacar
que la estrategia para Bosnia y
Herzegovina no estuvo clara desde
el comienzo de la participación en el
conflicto.
Esta intervención también subrayó
la necesidad de un enfoque integral
para lograr el estado final deseado.
Una vez que expiró el mandato de las
IFOR, se desplegaron las Fuerzas de
Estabilización (SFOR) en 1996 y fueron
reemplazadas por Fuerzas de la
Unión Europea (EUFOR) en 2004,
pero un acuerdo previo con la Unión
Europea podría haber limitado la implicación
de la OTAN, que todavía hoy
apoya a las instituciones del país en
la implementación de reformas de los
sectores de seguridad y defensa.
La siguiente intervención de la OTAN
en los Balcanes tuvo lugar en Kosovo y
ha sido ampliamente criticada por utilizar
la «catástrofe humanitaria» como
justificación para el uso de la fuerza
sin el amparo de una resolución de la
ONU. Es cierto que la presencia de la
OTAN ha contribuido a estabilizar la
región y ha facilitado la misión posterior
de la UE, pero la intervención generó
controversia sobre su legalidad y
provocó el recelo de Rusia.
La mayor
responsabilidad
de la Alianza
es proteger
y defender
nuestro territorio
y nuestras
poblaciones
contra un ataque
Cuando las operaciones en los Balcanes
estaban todavía en curso, en
2003 la OTAN se embarcó en una intervención
lejos de la zona euro-atlántica,
en Afganistán, de acuerdo
con sendas resoluciones del CSNU6.
Afganistán ha sido una operación a
gran escala en varias dimensiones:
el tamaño y la geografía del país, la