CONATO DE REVUELTAS EN KAZAJISTÁN
Carlos Echeverría Jesús
Profesor de Relaciones Internacionales de la UNED
Las protestas iniciadas el 4 de enero en
algunas ciudades de la República centroasiática
de Kazajistán rápidamente
se hicieron más numerosas y violentas
y ello, unido a su cobertura mediática y
a la evolución del entorno estratégico,
llevó por un lado al régimen del Presidente
Kasim-Yomart Tokayev a incrementar
la represión contra las mismas
y, por otro, a la Federación de Rusia a
mostrarse cada vez más inquieta y a liderar
una intervención exterior de apoyo
al régimen kazajo que en breve tiempo
ahogó el proceso1.
EL CONTEXTO NACIONAL
KAZAJO
Kazajistán es la mayor y más rica de las
cinco repúblicas centroasiáticas y la
que más vínculos de todo tipo conserva
con Moscú. Tiene 7500 kilómetros
de frontera común con Rusia y en el
país centroasiático viven 3,5 millones
de rusos, una cifra relevante entre el
total de 19 millones de habitantes. Importante
productor de petróleo, de gas
y de uranio, Kazajistán está fuertemente
interconectado con las viejas redes
de transporte energético creadas en la
época de la Unión Soviética y actualizadas
en las últimas décadas, contribuyendo
con ello a reforzar las capacidades
exportadoras rusas. Además, y
muy cargado de simbolismo, en Kazajistán
se sitúa el polígono espacial de
Baikonur, que por su cercanía al paralelo
del Ecuador fue en época soviética
y sigue siendo hoy para Rusia su principal
punto de lanzamiento de ingenios
espaciales. Moscú lo alquiló por veinte
años a las nuevas autoridades kazajas
en 1992, y luego prorrogó el arrendamiento
por tres décadas más pagando
anualmente 115 millones de dólares2.
El actual jefe de Estado, Tokayev, ha
actuado con diligencia y contundencia
contra las protestas y se ha visto
apoyado simbólicamente por declaraciones
de su predecesor y durante
casi tres décadas, líder del país Nursultán
Nazarbayev, quien le cediera la
presidencia en marzo de 2019. Ambos
calificaron a los protagonistas de
las movilizaciones de «delincuentes
armados y preparados» añadiendo el
presidente Tokayev que se trataba de
insurgentes centroasiáticos y también
procedentes de Afganistán y de Oriente
Medio. Considerado Nazarbayev un
poder en la sombra tanto como «padre
de la patria» como por dirigente desde
su marcha del Consejo de Seguridad,
es importante destacar que el aplastamiento
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ahora de las revueltas ha dado a
Tokayev visibilidad y le debería de permitir
asegurarse en adelante un mayor
control del poder. Ya lo hacía visible
al destituir el Gobierno el 5 de enero,
asumir la dirección del Consejo de Seguridad
y designar un nuevo gabinete
liderado por el primer ministro Aliján
Smailov3. Si ello lleva a una reducción
del peso de las luchas entre poderosos
clanes en este país, y con ello a una reducción
de la corrupción y a un funcionamiento
más eficaz y eficiente de la
economía y de la política, solo el tiempo
lo dirá, pero estas revueltas a sumar
a otras que en diciembre de 2011 también
sacudieron Kazajistán y que fueron
duramente reprimidas entonces
por Nazarbayev constituyen un aviso
para este país rico pero diezmado por
la corrupción alimentada por los susodichos
clanes de poder.
LAS REVUELTAS Y LA
RESOLUCIÓN DE LAS MISMAS
Saldadas con 164 muertos —18 de
ellos miembros de las fuerzas de seguridad,
dos de ellos decapitados— y
entre 8000 y 10 000 detenidos, la resolución
de las mismas se ha producido
con el esfuerzo combinado del régimen
del presidente Tokayev y con la
intervención exterior, liderada por Rusia
y canalizada a través de la Organización
del Tratado de Seguridad Colectiva
(OTSC/ODKB).
Iniciadas las revueltas en las localidades
de Aktáu, a orillas del Mar Caspio,
y de Zhanaozén, rápidamente se
extendieron a la antigua capital del
país, Almaty, como reacción a la anunciada
casi duplicación del precio del
gas licuado, que es el principal de los
combustibles, hecha pública el 2 de
enero. Cogieron por sorpresa a las autoridades
estas revueltas, afectando
rápidamente en Almaty al aeropuerto,
a los principales centros administrativos
e incluso al Palacio Presidencial
Akorda. Aunque la capital es Astaná,
luego rebautizada en 2019 como
Nur-Sultán tras la salida de la presidencia
de Nazarbayev, la antigua capital
sigue siendo la mayor ciudad del
país y el principal centro financiero, y
su estabilidad se vio en peligro ante
esta rápida extensión de las protestas.
Tal situación provocó una alarma que
enseguida llegó a Moscú, activándose
de inmediato la herramienta aliada
mientras se calificaba a la situación de
«ataque terrorista».
La OTSC está formada por Rusia, Kazajistán,
Armenia, Bielorrusia, Kirguizistán
y Tayikistán y nunca antes desde
su fundación había sido invocada
la activación del Tratado del mismo
nombre que la formó, y es por ello que
la experiencia kazaja en pionera. Siendo
la presidencia rotatoria de la Organización
armenia, el presidente armenio
Nikol Pashinián anunció el 5 de
enero la activación del Tratado ante
las «injerencias externas» sufridas
por Kazajistán. La OTSC desplegaba
así 2030 efectivos en suelo kazajo,
destacándose la temprana presencia
de paracaidistas rusos a los que se
irían uniendo unidades blindadas que,
procedentes en buena medida de la
ciudad rusa de Oremburgo, cruzaron
la frontera común dando visibilidad al
esfuerzo aliado. Siendo el grueso de
los efectivos desplegados rusos —indicándose
que incluyeron fuerzas de
la Brigada Número 11 presente en la
frontera con Ucrania, junto a la república
separatista de Lugansk— también
han sido inventariados soldados
bielorrusos, armenios, kirguizos y tayikos4.
De la rápida reacción liderada
por Rusia caben destacarse dos
detalles: el diligente despliegue de
efectivos de la 45ª Brigada de Fuerzas
Especiales Aerotransportadas y el
hecho de que todos los efectivos rusos
hayan estado bajo el mando del
General Andréi Serdiukov, comandante
en jefe de las Fuerzas Paracaidistas
(VDV)5.
Una vez bajo control la situación, y vigilante
con las formas, el presidente
Tokayev anunciaba en comparecencia