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desarrollo humano y el analfabetismo
de la población (Echevarría et al.,
2018). Fruto de ello han surgido multitud
de conflictos que provocan, entre
otras cosas, guerras, pobreza y violaciones
de derechos humanos. Esta
problemática es el catalizador de flujos
migratorios que tienen como principal
destino Europa. Por su situación
geográfica, España es receptora de
buena parte de dichos movimientos
migratorios. Además, la proliferación
de grupos terroristas yihadistas se ha
acentuado a la par que lo ha hecho la
inestabilidad de la región.
Tal y como define la Estrategia de Seguridad
Nacional de 2017, los flujos
migratorios irregulares son uno de los
principales desafíos para la seguridad
nacional. Por otro lado, este mismo documento
señala al terrorismo de carácter
yihadista como una de las principales
amenazas para nuestro país
(Gobierno de España, 2017). En consecuencia,
la importancia del Sahel en
la agenda española de seguridad se ha
incrementado en los últimos años.
A pesar de que los lazos entre España
y África son bastante longevos, las
relaciones entre ambas han estado
tradicionalmente centradas en el Magreb.
No obstante, el Sahel comenzó
a adquirir protagonismo a principios
del siglo xxi debido especialmente a
una crisis migratoria sin precedentes
que azotó a nuestro país en estos
años. Desde entonces, España ha ido
aumentando sus esfuerzos tanto en el
área de seguridad como en la de cooperación
y desarrollo.
EL INICIO DE LAS RELACIONES
ESPAÑA–SAHEL. LA CRISIS
MIGRATORIA DE LA PRIMERA
DÉCADA
España tiene una posición geoestratégica
particular, ya que actúa de
puente entre el continente africano y
el europeo. Además de su ubicación,
el estado del bienestar y el respeto de
los derechos humanos que caracterizan
a España son otro factor de interés
para aquellas personas que emigran
de sus países de origen en busca
de un futuro más prometedor. Como
consecuencia, una parte importante
del flujo migratorio entre ambos continentes
pasa por suelo español.
A principios del siglo xxi, las cifras de
inmigrantes llegados a España desde
el continente africano se multiplicaron.
Como muestran los datos publicados
por el Ministerio del Interior y
recogidos en la figura 2, entre el año
1999 y el año 2000 se triplicó la llegada
de irregulares, pues se pasó de
4 859 a más de 15 000. Además de
este incremento, durante los primeros
años del siglo xxi se produjo otra variación
significativa: el flujo migratorio
dejó de centrarse en la tradicional ruta
del estrecho de Gibraltar y se creó
otra entre África y las islas Canarias.
Esta nueva ruta alcanzó su cénit entre
los años 2005 y 2006, con la llamada
«crisis de los cayucos». Como muestra
la figura 3, en un solo año el número
de inmigrantes llegados al archipiélago
canario pasó de 4 715 a 31 678.
La situación migratoria impulsó la necesidad
de fortalecer las relaciones
en materia de seguridad y defensa
con los países africanos, especialmente
con Mauritania y Senegal. Las
principales acciones llevadas a cabo
por España fueron:
• El Plan África. Creado en 2006, este
plan supuso un aumento de la presencia
diplomática en países como
Mali, Sudán, Cabo Verde, Nigeria y
Senegal.
• El Proyecto Seahorse. Fue creado
en 2005 y complementado con
los proyectos Seahorse Network y
Seahorse Cooperation en 2007 y
2008 respectivamente. Esta iniciativa,
liderada por la Guardia Civil,
estaba enfocada a la lucha contra
la inmigración irregular por vía marítima.
• Los equipos de cooperación internacional
(ECI). Creados en 2008 y
dirigidos por la Policía Nacional,
tenían como objetivo detener a
miembros de organizaciones dedicadas
al tráfico humano y a la
inmigración ilegal.
Figura 2. Inmigrantes irregulares llegados a las costas españolas