FRANCISCO VELASCO HERNÁNDEZ
do en septiembre de 1601 un contingente de 33 embarcaciones y 4.432
hombres. Parte de esta armada fue dispersada por una tormenta, y solo 3.000
soldados pudieron desembarcar en Kinsale, donde se hicieron fuertes. Los
ingleses contraatacaron con un ejército muy superior (10.000 soldados y 600
caballeros) y los bloquearon. La ayuda enviada desde La Coruña el 7 de
diciembre no fue suficiente, ya que cuatro de las diez naves se perdieron en un
temporal y el número de soldados desembarcados fue escaso. La batalla libra-da
a finales de ese mes en Kinsale fue muy desigual, pues los españoles se
quedaron prácticamente solos tras la huida de las tropas irlandesas de O᾿Neill
y O᾿Donnell, y tuvieron que pactar una capitulación lo más honrosa posible
con los ingleses, que les permitieron volver a La Coruña con sus armas, dine-ro
y víveres. Las bajas por parte española fueron poco considerables (90
muertos y 52 heridos)5.
Mucho más trágico fue el sitio de Ostende (1601-1604), la única plaza
controlada por los holandeses en Flandes. Esta ciudad sufrió un duro asedio
de más de tres años en el que perecieron cerca de 100.000 personas, en su
mayoría militares al servicio de la Monarquía hispánica. El resultado final fue
una pírrica victoria española que resultó ruinosa en todos los aspectos, no solo
por el número de bajas sino también por el coste económico de la empresa,
que fue en gran parte responsable de la bancarrota de 1607. De resultas de
ella, las tropas del Rey Católico consiguieron tomar una ciudad totalmente
devastada por la artillería y con una población muy diezmada por el cansancio
y las enfermedades. El desgaste de unos y otros fue tan grande que se impuso
una tregua no escrita en el invierno de 1604-1605, preludio de la tregua de los
Doce Años, firmada en 16096.
En el caso de Argel, se organizaron dos campañas (en 1601 y 1602) con
el objetivo de sorprender a la principal guarida corsaria del Mediterráneo y
destruirla. Pero, como veremos, ambas campañas serían un auténtico fiasco.
Este despliegue militar del inicio del reinado de Felipe III obligó a una
amplia movilización de naves de guerra y transporte, así como de soldados,
armamento y víveres. La concentración de estas unidades navales en algu-nos
puertos mediterráneos (Málaga, Cartagena o Palma de Mallorca) y
atlánticos (Cádiz, El Puerto de Santa María, Lisboa o La Coruña) despertó
un enorme recelo entre las autoridades de las regencias berberiscas y puso
en alerta a sus fuerzas navales, que se trasladaron a las costas españolas para
recabar información sobre su destino definitivo, sobre todo en la campaña
de 1602.
(5) ESTEBAN RIBAS, Alberto Raúl, y SAN CLEMENTE DE MINGO, Tomás: La batalla de
Kinsale. La expedición de Juan del Águila a Irlanda (1601-1602), HRM Ediciones, Zaragoza,
2013, y más extensamente en G.ª HERNÁN, E., y otros (eds.): Irlanda y la Monarquía Hispáni-ca:
Kinsale 1601-2001. Guerra, política, exilio y religión, CSIC (Biblioteca de Historia),
Madrid, 2002.
(6) DE MESA GALLEGO, Eduardo: La pacificación de Flandes. Spínola y las campañas de
Frisia (1604-1609), Ministerio de Defensa, Madrid, 2009.
58 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 152 (2021), pp. 55-72. ISSN 0212-467X