EL ALMIRANTE JUAN DE CASTAÑOS (1604-1679). ORÍGENES Y TRAYECTORIA...
mendó reiteradas veces: a Italia en 1635, a las plazas flamencas en 1639 y a
Portugal con el estallido de la rebelión bragancista. Su servicio continuó ininte-rrumpidamente,
sin recibir ningún permiso para volver a su tierra natal. En
1641 se hizo cargo de la almirantía de la escuadra comandada por el duque de
Nájera y Maqueda, la misma que en agosto de aquel año rompió el bloqueo del
almirante Sourdis a Tarragona en 164156. Al año siguiente recibiría su primer
cargo de intendencia: capitán de la maestranza de la Armada del Mar Océano,
que ejerció «con mucho crédito y aprobación». Se trató de un asunto crucial,
pues se necesitaba aprestar a contrarreloj una escuadra para evitar que las
armadas francesas del Mediterráneo y el Atlántico se unieran57. La experiencia
adquirida en aquella ocasión le sería de utilidad años después cuando desempe-ñe
la superintendencia de galeones. Entre 1642 y 1647 su relación de servicios
enmudece. Martín de Castaños, por el contrario, tuvo una gran actividad militar
en esos años en el Mediterráneo occidental, donde estuvo presente, por ejem-plo,
en las batallas del cabo de Gata (1643), Orbetello (1646) y Nápoles
(1647). En esta última, contra la Armada francesa, recibió un disparo de
mosquete en la cara que se saldó con la pérdida de un ojo. Por ello, y por tomar
en un combate en el cabo de Palos la urca León Rojo gracias a su «experiencia
y conocimiento de la mar», el rey le hizo merced, en 1648, de 12 escudos de
ventaja, «que es de las más escogidas y señaladas que hasta ahora se han
concedido». Su hermano Juan, al que se le había encomendado el gobierno de
un galeón de plata en 1647, no realizó el viaje, pues se encargó de aprestar y
rescatar el galeón San Salvador, que había quedado varado al entrar en Cádiz.
Las nuevas formas de acceso al alto mando
En marzo de 1648 Felipe IV le nombró almirante de la flota que debía
partir ese año a Nueva España. El nombramiento, empero, venía acompañado
de una demanda pecuniaria por parte de la Corona. La concesión del cargo de
almirante tenía que ir precedida por una fianza. Juan de Castaños, a través de
un fiador58, debía entregar 3.000 ducados de plata al fiscal de la Casa de
Contratación «para seguridad de la cobranza de las condenaciones que se le
hicieren en la visita que se le tomare del exercicio de esta plaza»59. Esta nueva
fórmula, dispuesta por real cédula de 2 de enero de 164760, en poco tiempo
(56) AZNAR Y MARTÍNEZ, Daniel: «Una caída en desgracia naval: el arzobispo almirante
Escoubleau de Sourdis y el fracaso del sitio de Tarragona, 1641», en G.ª HURTADO, M.-R., y
otros (eds.): El mar en los siglos modernos/O mar nos séculos modernos II, Xunta de Galicia,
Santiago de Compostela, 2009, 87-99.
(57) FERNÁNDEZ DURO: ob. cit., p. 294.
(58) La mayoría de los marinos, antes de ejercer los principales empleos, no contaban con
capacidad económica para afrontar ese tipo de demandas, por lo que recurrían a prestamistas,
fiadores y otros hombres de negocios.
(59) AGI, Indiferente 456, L.A27, f. 234r-v, Madrid, 3/3/1648.
(60) La disposición es un fiel reflejo de lo habitual que era el fraude cometido por los
mandos, que se aceptaba como algo normal.
REVISTA DE HISTORIA NAVAL 152 (2021), pp. 83-108. ISSN 0212-467X 93