LA GRAN OPORTUNIDAD PERDIDA: EL FRACASO DE LAS «JORNADAS DE ARGEL»...
peligro a las escuadras. Además, los informes que llegaban sobre el reino de
Cuco hablaban de que los moros estaban en situación crítica y llevaban un
doble juego con respecto a Argel y España36.
El resultado final, por tanto, fue el mismo que el del año anterior: la expe-dición
se paralizaba, la armada se disolvía, y muchas de sus unidades retorna-ban
a invernar a Cartagena, a la vez que otras se volvían a sus puertos de
origen. Una vez más, la ansiada empresa de reputación había fracasado y la
idea de volver a sorprender Argel se retrasaría para años posteriores.
Conclusiones: un fracaso inexplicable
Un día antes de partir de Palma de Mallorca, el 28 de agosto, Doria escri-bía
a Felipe III en estos términos: «El virrey de Mallorca tiene buena volun-tad,
ha servido bien y muchos años, mas por ser muy viejo es más tibio de lo
que era menester en esta ocasión»37. Se quejaba de él porque no había puesto
el cuidado necesario en la guardia de la isla –a pesar de que le había insistido
en ello–, y una fragata corsaria había desembarcado y apresado a tres lugare-ños,
motivo por el que temía que pudieran dar la alarma en Argel. Afortunada-mente,
la fragata fue capturada poco después por una galera de la escuadra
española. Estas palabras del anciano almirante genovés (tenía sesenta y dos
años) con respecto al virrey mallorquín eran premonitorias y podían resumir
sencillamente la actuación desafortunada que él tendría a la vista de Argel en
los últimos días de agosto y primero de septiembre.
Es difícil entender la decisión que tomó Doria de abandonar la empresa
cuando había hecho justo lo más complicado: reunir 60 galeras y más de
10.000 soldados sin ser visto, y presentarse a solo 30 millas de Argel. La
excusa de la niebla que se levantó en la madrugada del 1 de septiembre no es
razón suficiente para que un avezado marino, curtido en cientos de travesías
mediterráneas, detuviese el plan de ataque y desembarco. Tampoco lo eran los
vientos que dijo se levantaron después. Se trataba del primer día de septiem-bre,
cuando la calma veraniega aún es persistente en todo el Mediterráneo, a
pesar de que pueda producirse algún día aislado de viento. Este periodo no es
comparable a los últimos días de octubre, donde sí pueden producirse fuertes
tempestades, como le ocurrió al emperador Carlos V en los días 21 al 25 de
ese mes del año 1541. En todo caso, si era tan fuerte la niebla y tan «ruines»
los vientos, ¿por qué no lo intentó por segunda vez, manteniendo reunida la
armada en alta mar, o incluso saliendo de un puerto no muy distante (Mallor-ca,
Mesina o Palermo)? De hecho, volvió a Mallorca, y algunos capitanes,
como Pedro de Toledo, le pidieron que reemprendiera la campaña; sin embar-go,
Doria decidió darla por acabada.
(36) ALONSO ACERO, B.: Orán-Mazalquivir, 1589-1639: una sociedad española en la
frontera de Berbería, CSIC (Biblioteca de Historia), Madrid, 2000, p. 447.
(37) AGS, Estado, leg. 1431, nº 120.
REVISTA DE HISTORIA NAVAL 152 (2021), pp. 55-72. ISSN 0212-467X 69