LA GRAN OPORTUNIDAD PERDIDA: EL FRACASO DE LAS «JORNADAS DE ARGEL»...
ejército del gobernador Antonio Quiñones; a ellos se sumaban 2.500 italianos
al mando de Bernabé Barbo, y otros 1.500 del batallón del reino de Nápoles.
También las galeras del Papa se habían ofrecido a poner en tierra 350 buenos
soldados y otros 400 las de Toscana. A toda esta tropa se añadía un buen núme-ro
de caballeros notables, como el duque de Parma (con 200 jinetes), el de
Bracciano, el marqués de Elche (primogénito del duque de Maqueda), el gran
comendador de Aragón, el conde de Celano, el marqués de Garesfi y otros
capitanes y hombres de armas destacados, como Hércules Gonzaga, Gio Gero-mino
Doria, Aurelio Tagliacarne o Diego Pimentel. Al frente de este ejército de
tierra se encontraba el maestre de campo Manuel de Vega Cabeza de Vaca,
experimentado general de Flandes designado por Doria, y como segundo, el
general de caballería Alonso Idiáquez.
Gracias a la pericia y experiencia de los pilotos mallorquines que había
contratado Carlo Doria, la expedición llegó directa y sin ningún contratiempo
a la vista de las costas de Berbería sobre las ocho de la mañana del 30 de
agosto. Se encontraba a tan solo 60 millas de Argel21.
El plan de ataque, aprobado en el consejo de guerra del día 28, era el
siguiente: las galeras debían avanzar todas juntas hacia la ciudad y detenerse a
una distancia suficiente para no ser vistas desde tierra. Llegados a ese punto se
embarcarían en botes pequeños 300 arcabuceros, provistos de varios explosi-vos
para atacar la puerta de la ciudad (la de la marina). Destruida esta y toma-da
por los soldados, la armada debía desembarcar de forma rápida al ejército.
El plan era sencillo y fácil de ejecutar, pero también se tomaron medidas para
rescatar a los arcabuceros en caso de que no lograran apoderarse de la puerta.
Las naves designadas para marchar las primeras en su ayuda fueron la real
junto a quince de las mejores galeras.
Según el capitán general de la escuadra de galeras de Nápoles, Pedro de
Toledo, con quien el príncipe Doria había tenido un fuerte desencuentro, las
galeras llegaron a las ocho de la mañana del día 30 a 60 millas de Argel, y
perdieron absurdamente ese día «porque no nos acercamos pudiendo llegar a
treynta millas desarbolados, sin ser descubiertos, y esta diligençia la remitimos
para el biernes …»22. Al viejo almirante Doria le preocupaban hasta la obsesión
dos posibles contratiempos: que los argelinos pudieran descubrir la armada y
sus planes de desembarco y, sobre todo, que se desencadenase una tempestad.
Sin duda conocía a fondo la frustrada expedición del emperador Carlos V
contra Argel, desbaratada de forma trágica por un terrible temporal a finales de
octubre de 1541. Ese pudo ser el motivo por el que el 31 de agosto, después de
avanzar hasta menos de treinta millas a la vista de Argel, en vez de lanzar los
botes con los 300 arcabuceros provistos de explosivos, decidió enviar unas
falúas a observar el tiempo y reconocer el terreno más propicio para desembar-car,
desaprovechando así una excelente jornada veraniega. Parece ser que los
pilotos de esas falúas se perdieron y no regresaron hasta la noche.
(21) Ibídem.
(22) Ib.
REVISTA DE HISTORIA NAVAL 152 (2021), pp. 55-72. ISSN 0212-467X 65