VALLEDOR ARÓSTEGUI
que se ha hecho en los años antecedentes con los demás cabos de galeones».
La devolución del préstamo, que quedaba fijado con un interés del 8 por 100,
se realizaba por un procedimiento bien descrito por Andújar Castillo76. La
ventaja para el almirante en este arreglo es que se libraba de la visita de los
jueces de la Casa de Contratación. En esta ocasión, además, sabemos que,
para dar el empréstito, el almirante recurrió a uno de los grandes financieros
del momento: el hombre de negocios y proveedor de armadas Domingo
Herrera de la Concha77, quien le dio una carta de pago en octubre de aquel
año78.
El verano de 1655, la Marina inglesa, mandada por Robert Blake, intenta-ría
capturar la Flota de Indias. La noticia de la pérdida de Jamaica no había
llegado a España cuando se mandó aprestar la armada para recoger a la Flota
en el cabo de San Vicente, como de costumbre. Jerónimo de Barrionuevo da
noticia de ello, manifestando poca confianza en los mandos de aquella arma-da:
«Va por General Pablo de Contreras, sobrino de D. Antonio, del Consejo
Real, que hasta esto puede el favor, y por Almirante un tal Castaño. Plegue a
Dios no lo erremos como lo demás, en lugar de querer acertallo». En la arma-da
iba como capitán de una fragata su hermano Martín de Castaños. La
opinión del granadino, empero, cambiaría a tenor de los hechos. El 21 de
agosto, las dos armadas se avistaron, y cinco días después trabaron combate,
asombrando a los españoles la «gran destreza en el marinaje» de los ingleses.
Barrionuevo relata cómo «el almirante Castaño con 14 navíos se había entra-do
en medio del enemigo con aquella bizarría española que tenemos». Unos
días más tarde, el vizcaíno consiguió sobrevivir a un encontronazo con los
ingleses demostrando gran temple. La armada española avistó siete velas
inglesas durante la puesta de sol. Castaños, en solitario con su galeón, salió a
reconocer la escuadra inglesa al amparo de la noche, con la mala fortuna de
amanecer en medio de la formación enemiga. «Cogiéronle en medio, creyen-do
hacerlo a manos; y aunque hizo lo que pudo, le maltrataron grandemente,
haciendo no poco de írseles, sin pensar»79. A aquellas alturas, el almirante
debía de contar con una sangre fría singular. Rara vez se tiene en cuenta el
impacto psicológico que podía producir un combate naval. La conmoción de
los oficiales, que debían permanecer impasibles, de pie en el alcázar de la
nave, en medio de una lluvia de balas y astillas, es algo difícil de rastrear en
las fuentes, pero que con seguridad influyó en quienes vivieron tales situacio-nes,
por mucho que se pensara que la valentía era algo congénito en la sangre
de los bellatores. Imaginemos el estremecimiento sentido por Castaños en la
capitana de Oquendo el 21 de octubre de 1639. Aquel día, la artillería holan-ÁLEX
(76) Ibídem, p. 271.
(77) SOLANA, M.: «Don Domingo Herrera de la Concha y Miera, señor de la Villa de
Villasana», en Aportación al estudio de la historia económica de la Montaña, Banco de
Santander, Santander, 1957, 672-681.
(78) AGI, Panamá 238, L.17, ff. 186v-188v, Madrid, 29/11/1654.
(79) BARRIONUEVO, J.: Avisos (1654-1658) II, M. Tello, Madrid, 1892, 27-127.
96 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 152 (2021), pp. 83-108. ISSN 0212-467X