1006 dosier operación y comercialización del Aviocar
revista de aeronáutica y astronáutica / diciembre 2021
era peligroso, de Cabo Verde a Arrecife (Brasil) podía llevarnos
alrededor de 11 horas de vuelo.
Al final pensamos que la mejor manera era llevar los
depósitos ferry interiores cargados hasta arriba de combustible
y unas veinte garrafas de 25 litros cada una para
rellenarlos en vuelo».
Los ojos me bailan… ¿cómo se puede repostar en
vuelo un depósito ferry? Antonio está a punto de contármelo.
Antonio también fue mecánico en el Ejército
del Aire y, al ser Construcciones Aeronáuticas una empresa
estatal dependiente del Instituto Nacional de Industria
(INI), pudo pedir ir destinado como militar a la
empresa, por considerarse un destino de interés para
la defensa. Tiene también un buen puñado de horas
de vuelo, muchas de ellas a lomos del Aviocar. Pero lo
más interesante, es que se trata de uno de los mecánicos
que ha hecho cruces transoceánicos respostando
en vuelo.
«Los pilotos tenían que mantener vuelo recto y nivelado.
Nosotros, los mecánicos o el ingeniero éramos los
que rellenábamos los depósitos ferry con las garrafas.
Al principio lo hacíamos a mano, cargando cada garrafa
y vertiendo directamente sobre el depósito. Pronto nos
dimos cuenta de que así iba a ser muy complicado. A
12 000 pies de altura todo pesa más, estás sensiblemente
más cansado a cada movimiento que realizas y todo
esfuerzo complementario que realizas se hace un mundo…
por lo que después de cargar tres o cuatro garrafas,
literalmente no podías más y necesitabas un relevo.
En el siguiente vuelo diseñamos una bomba manual,
con las que trasvasar el combustible desde la garrafa al
depósito interior, y al principio más o menos funcionó.
Pero lo mismo, después de varias garrafas bombeando
manualmente el combustible, tenías el brazo colgando.
Finalmente encontramos una bomba eléctrica
de combustible en la factoría de Sevilla, y probamos
en tierra su funcional para trasvasar combustible.
Como no teníamos donde conectarla y no
estaba certificada, hacíamos un empalme en una
luz de la cabina de carga, ya que los cables de
iluminación daban corriente a 12V, lo que necesitaba
la booster. Tras comprobar que funcionaba
sin problema, decidimos probarla en vuelo. Fue
un éxito».
Guillermo lo interrumpe, y nos cuenta que cuando
llegaban a Arrecife a 12 000 pies y se encontraban
inmersos en un mar de nubes se veían obligados a
darse la vuelta o a buscar por donde descender con
seguridad para dirigirse a la toma. «Cuando llevas
más de diez horas volando, dar marcha atrás no te
hace mucha gracia» asevera.
Por último, interviene Alejandro Madurga, también
piloto del Ejército del Aire, más joven, pero no
por ello menos experimentado. Tuvo su primer destino en el
463 Escuadrón, realizando muchas misiones sobre el Sáhara
Occidental, donde le impusieron la Cruz Roja al Mérito Mili-