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Minimizar los riesgos en el ámbito de las redes sociales no difiere en gran medida de reducirlos en el mundo físico
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RIESGO Y MITIGACIÓN
A pesar de lo anterior, en el entorno
militar son muchos los que aún piensan
que su empleo debe restringirse
a lo meramente institucional y que las
publicaciones personales han de someterse
a un intenso escrutinio para
evitar posibles riesgos en la seguridad
del personal, de las operaciones
y de la propia organización. Se trata
de una postura conservadora basada
en el principio de que internet nunca
olvida y de que, por ende, es preferible
ser dueño del silencio que esclavo
de los tuits.
Es evidente que el empleo de las redes
sociales como herramienta de liderazgo
y de comunicación del mando representa
un desafío por lo novedoso
y descentralizado de su ejecución, y
que pueden cometerse errores. Sin
embargo, la propia filosofía del mando
orientado a la misión contradice
esta aproximación, puesto que favorece
la iniciativa individual siempre
que se enmarque en el propósito del
mando y el cumplimiento de la misión.
Ello implica asumir el riesgo y admitir
el error dentro de unos márgenes razonables.
En este sentido, minimizar los riesgos
en el ámbito de las redes sociales
no difiere en gran medida de reducirlos
en el mundo físico. Será el
comportamiento del usuario el que
aumentará o disminuirá las posibilidades
de que se cometa un fallo.
La forma inteligente de proceder
comienza en la propia definición de
la identidad que se va a emplear en
el ciberespacio. Será el propio líder
el que decida cómo mostrarse, qué
mensajes trasladar o qué intereses
compartir. Siendo quien ostenta el
primer y principal control sobre el
contenido que divulgará, habrá de
aplicar una estrategia de comunicación
general, circunscrita a los límites
marcados por la profesión y las
guías de comunicación que se determinen.
Además, cada imagen, tuit o
mensaje publicados requieren un mínimo
de reflexión previa sobre ellos
con objeto de prevenir consecuencias
indeseadas.
En relación con ello, es posible que
se requiera un mínimo de pedagogía
en este ámbito para aquellos cuadros
de mando que, normalmente
por edad, sean menos «competentes
» en el uso de las redes. Una forma
de garantizarlo sería su inclusión en
los procesos formativos de acceso
a los empleos que se considerasen.
No obstante, existen numerosos boletines
informativos al respecto publicados
en el ámbito de las Fuerzas
Armadas. Entre ellos, quizás destaque
la Guía de buenas prácticas en
redes sociales en operaciones, que
ha publicado la Sección de Comunicación
Estratégica del Estado Mayor
de la Defensa. Dicho documento,
muy completo, proporciona consejos
y directrices para que cualquier
usuario de las redes sociales pueda
emplearlas estando en zona de operaciones
sin que ello afecte al combatiente,
a la fuerza o a la misión.
Siendo así, parece evidente que bien
pudiera trasladarse su aplicación a
territorio nacional.
El comportamiento en las redes debe
regirse por los mismos principios que
regulan la forma de actuar en el mundo
físico. Todo lo reflejado anteriormente
no está reñido con las normas
de interacción que siempre han regido
la institución militar. El sentido común
y las debidas precauciones en la
elección del mensaje o imagen que se
va a trasladar deberían ser suficientes