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INTRODUCCIÓN
Hace cuatrocientos años un ejército
de la monarquía hispánica ejecutaba
una campaña militar en el palatinado
renano del vetusto Sacro Imperio
Romano Germánico. El objeto de
este artículo es analizar esta campaña
desde el punto de vista del arte
operacional.
La campaña del Palatinado (1620-
1622), relativamente desconocida,
comenzó formando parte de la guerra
de los Treinta Años (1618-1648),
pero también tuvo estrecha conexión
con la fase inicial de la segunda
etapa de la guerra de los Ochenta
Años contra las Provincias Unidas
(1619-1643). Por este motivo, haremos
referencia a ambos conflictos.
Puesto que vamos a hablar de arte
operacional, recordemos su definición.
Según la OTAN, el arte operacional
sería «el empleo de las fuerzas
militares para la consecución de los
objetivos estratégicos y operacionales
a través del diseño, la organización,
la integración y la conducción
de las estrategias, campañas, operaciones
principales y batallas»1.
Para nuestra doctrina conjunta, el
arte operacional es «el uso del pensamiento
crítico y creativo en el empleo
de las capacidades militares y
civiles para lograr objetivos estratégicos
y operacionales mediante el
diseño, la organización, la integración
y la conducción de campañas y
operaciones»2.
Con base en esa definición, diseccionaremos
la campaña del Palatinado
en dos partes. Primero examinaremos
el contexto estratégico
y veremos las distintas opciones
de respuesta que en el Madrid del
año 1619 habría podido proponer
el nivel estratégico. Una vez visto
el nivel estratégico, descenderemos
al nivel operacional; estudiaremos
el contexto operacional y la
misión, y propondremos las distintas
líneas de acción (COA, course
of action) que se podrían haber
planteado; finalmente, analizaremos
la conducción de la campaña
y cómo interactuaron los dos niveles,
el estratégico y el operacional,
sin olvidarnos del omnipresente nivel
político.
CONTEXTO ESTRATÉGICO
Estamos a mitad de 1618 y la guerra
de los Treinta Años acaba de comenzar
70 / Revista Ejército n.º 971 • marzo 2022
con la sublevación de Bohemia.
Nada parecía indicar que el conflicto
fuese a durar tanto tiempo. Analicemos
su contexto estratégico o, según
la terminología actual, realicemos la
strategic appreciation of the crisis3.
Los rebeldes bohemios buscan apoyos
en Europa. El elector palatino podría
ser un candidato; es un calvinista
que tradicionalmente apoya a los protestantes.
Otros países protestantes
simpatizan con la revuelta (Inglaterra,
Hesse, Provincias Unidas…) y proporcionan
ayuda de una u otra forma.
En el bando católico-imperial, tenemos
al Imperio y sus principales aliados,
que buscan la supremacía católica.
Maximiliano de Baviera, católico,
es el aliado principal del emperador
en Alemania.
El Imperio también tratará de conseguir
el apoyo de la potencia española,
adalid católico y aliado dinástico, para
enderezar la situación. Que España se
involucre o no tendrá gran trascendencia
para sofocar la revuelta.
España es una potencia con territorios
dispersos que depende de la plata
americana para poder sufragar los
ejércitos que han de hacer frente a
sus numerosos conflictos. En cuanto
a Flandes, está pendiente de si se
prorroga la Tregua de los Doce Años
entre España y las Provincias Unidas.
En España, junto con el posible apoyo
a Viena, se debatirán las opciones de
seguir con una «mala tregua» o bien
iniciar una «buena guerra» en Flandes.
Las Provincias Unidas son un país independiente
de facto, gobernado por
una burguesía mercantil. Su poderosa
flota asegura su comercio en el Báltico
y hostiga las posesiones portuguesas
y españolas en ultramar. Su objetivo
es debilitar a España para conseguir
su independencia de iure y para ello se
aliará con cualquier oponente de Madrid.
Por tanto, en el polvorín alemán
adopta una posición de apoyo a los
protestantes en el entendido de que
podrán devolverles la ayuda en su previsible
guerra contra España.
Inglaterra está gobernada por el rey Jacobo
Estuardo, suegro del elector palatino
Federico. Como nación ribereña
del canal de la Mancha, es un actor
clave. Jacobo, de momento, mantiene
una posición neutral ante el conflicto
bohemio. En septiembre de 1618 así
se lo hizo saber al conde de Gondomar,
embajador de España en Londres.
Francia es una potencia católica, pero
su papel en el conflicto, de momento,
es indeterminado. Como nación católica,
debería apoyar al Imperio. Pero,
desde el punto de vista de la realpolitik,
está dispuesta a apoyar a quien
la ayude a liberarse del yugo hispano
imperial que rodea sus dominios.
Una Viena debilitada le conviene.
Además, tiene su propio conflicto interno
con los hugonotes y la alta nobleza.
Por tanto, se puede esperar
cualquier reacción de este actor.
Si miramos un mapa de la época, hay
tres aspectos que nos gustaría destacar.
En primer lugar, tenemos el Camino
Español, que discurre desde Milán
hasta los Países Bajos españoles.
Para España es vital tener asegurada
esta vía de comunicación. En términos
actuales, podríamos hablar de Milán
como base logística del teatro europeo/
holandés y del Camino Español
como una moderna LLOC (land line of
comunication). A este respecto, a finales
de 1618 el duque de Feria, gobernador
de Milán, informaba a Madrid
de que el elector palatino había tomado
algunas plazas que podían cerrar la
comunicación entre Italia y Flandes4.
En segundo lugar, el canal de la Mancha
es la otra vía de comunicación con
los Países Bajos. En términos actuales,
hablaríamos de una SLOC (sea line of
communication). No hace falta comentar
que solo quien posea una buena
armada podrá controlar esta vía de
comunicación.
En tercer lugar, Juliers (Jülich) es un
territorio de interés al sureste de las
Provincias Unidas. Desde la crisis sucesoria
de 1609, tanto las fuerzas españolas
como las holandesas han ocupado
este territorio buscando apoyar
al candidato católico y al protestante
respectivamente.
Al ser un feudo imperial, debe ser el
emperador el que asigne esta vacante.