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esta opción ponían el dedo en la llaga
y criticaban cualquier ampliación de la
«mala tregua». Además, dudaban de
un posterior apoyo del aliado austriaco,
siempre necesitado de ayuda. En
definitiva, abogaban por una «buena
guerra», concentrando los esfuerzos
en un único escenario.
Aunque el tiempo corría en contra, en
Madrid no se decidían sobre la cuestión
palatina. ¿Se debía apoyar a Viena
en el Palatinado o había que centrarse
en Holanda? Estaba claro que
España ya había cumplido con su primo
austriaco al enviar ayuda financiera
y fuerzas militares, pero llegaban
malas noticias, pues el ejército húngaro
de Bethlen Gábor estaba asediando
la misma Viena en diciembre
de 1619. En cuanto a las finanzas, el
conde de Salazar, presidente del Consejo
de Hacienda, alertaba sobre los
números rojos del tesoro. Además,
una campaña en el Palatinado debía
realizarse con sumo cuidado para no
soliviantar al rey Jacobo de Inglaterra,
suegro del elector palatino. Para mayor
presión, en abril de 1620 el archiduque
Alberto le escribía desde Bruselas
al rey Felipe III instando a que se
invadieran los territorios del elector
palatino. Dando argumentos en favor
de esta campaña, el archiduque destacaba
que la ocupación de Bohemia
también permitiría el trueque con Juliers
(Jülich), pendiente de designación
imperial10.
Así estaban las cosas cuando, finalmente,
en mayo de 1620 Felipe III
escribió oficialmente al archiduque
Alberto de Bruselas aprobando una
invasión del Palatinado. Aunque este
ejército era de la monarquía española,
esta campaña se haría bajo los auspicios
del Imperio para resolver una
causa imperial. Quedaban menos de
once meses para que la Tregua de
Amberes expirase.
REFLEXIONES FINALES
Así pues, de las posibles opciones de
respuesta, España terminó ejecutando
una opción de máximos y las operaciones
de sus ejércitos quedaron a
cargo, en principio, de su debilitado
tesoro. ¿Conseguiría la diplomacia
española compensar estos gastos?
¿Eran proporcionados los medios
empleados para los fines deseados?
¿Se malgastaban fuerzas en un escenario
secundario? ¿Era aceptable
suponer que el Imperio ayudaría a España
en su futura guerra de Flandes?
Decidida la intervención en el Palatinado,
Ambrosio Spínola comenzó a
preparar la campaña. ¿Cuáles eran
sus objetivos estratégicos? Deducimos
que el principal sería evitar que
un nuevo ejército protestante pudiera
unirse a las fuerzas rebeldes de Bohemia.
Un segundo objetivo sería ocupar
la mayor parte posible del Palatinado
para que el Gobierno de Madrid
dispusiera de una herramienta de presión
en las negociaciones diplomáticas,
ya que la potencia ocupante estaría
en posición ventajosa y tendría que
ser escuchada por el emperador y, en
su caso, indemnizada.
Para agosto de 1620, Spínola organizó
un ejército de más de veinte mil
soldados. ¿Era una fuerza suficiente
para cumplir a tiempo con los objetivos
asignados? Y, si así fuera, ¿era
razonable emplear tal contingente en
un nuevo escenario cuando España ya
había enviado más de veinte mil soldados
en apoyo al emperador? Además,
el archiduque Alberto informaba
desde Bruselas que el coste anual
de un ejército en Flandes se elevaría a
3,6 millones de ducados si se quería
tener la iniciativa contra los holandeses.
¿Era razonable lanzar este ejército
contra el Palatinado cuando apenas
quedaban meses para el fin de la Tregua
de Amberes?
Respecto al factor tiempo, un retraso
en la consecución de los objetivos
de la campaña tendría implicaciones
graves en la política exterior del Gobierno
de Madrid, en concreto en la
previsible guerra de Flandes. ¿Era un
riesgo aceptable? Si las operaciones
se acababan antes de la expiración de
la Tregua de Amberes, se podría hablar
de éxito. Pero, si las operaciones
se prolongaban, España estaría de
nuevo en una situación complicada,
con guerra en varios frentes y dispersión
de esfuerzos.
Por otro lado, todo el apoyo se sustentaba
en que el aliado austriaco
ayudaría a España en su guerra con
Holanda. ¿Qué ocurriría si, tras el
esfuerzo español, Viena no estaba
en condiciones de apoyar a Madrid?
Estamos en el típico riesgo asociado
a un supuesto de planeamiento
(assumptions). Todos estos factores
nos hacen pensar que la decisión de
lanzar la campaña del Palatinado era,
como mínimo, debatible y no estaba
exenta de riesgos.
Nos queda ahora descender al nivel
operacional y analizar cómo se ejecutó
la campaña. ¿Fue una campaña de
resonante éxito, como nos dicen los
libros de historia? ¿O, de acuerdo con
lo explicado hasta ahora, no se alcanzaron
realmente los objetivos marcados?
Lo veremos en la segunda parte.
NOTAS
1. NATO AAP-6, Glosary of military
terms.
2. EMAD PDC-01, Doctrina Conjunta
de las Fuerzas Armadas.
3. NATO Allied Command of Operations,
Comprehensive Operational
Planning Directive, v3, febrero
de 2021.
4. Retortillo Atienza, A. (2018). «El
ejército de Ambrosio Spínola en el
palatinado, 1620», en Monarquías
en conflicto. Linajes y noblezas
en la articulación de la monarquía
hispánica. Fundación Española de
Historia Moderna–Universidad de
Cantabria, p. 80.
5. Elliot, J. H. (2004). El conde-duque
de Olivares. Editorial Crítica,
p. 154.
6. Elliot, J. H. (2004). El conde-duque
de Olivares. Editorial Crítica,
p. 99.
7. Quatrefages, R. (1983). Los tercios.
Ediciones Ejército, p. 365.
8. Borreguero Beltrán, C. (2018).
La guerra de los Treinta Años 1618-
1648: Europa ante el abismo. La
Esfera de los Libros, p. 142. Los
subsidios podrían haber aumentado
hasta 3,4 millones de ducados.
9. Borreguero Beltrán, C. (2018).
La guerra de los Treinta Años 1618-
1648: Europa ante el abismo. La
Esfera de los Libros, p. 220.
10. Retortillo Atienza, A. (2018). «El
ejército de Ambrosio Spínola en el
palatinado, 1620», en Monarquías
en conflicto. Linajes y noblezas
en la articulación de la monarquía
hispánica. Fundación Española de
Historia Moderna–Universidad de
Cantabria, p. 84.■