empieza donde termina la
arena sahariana y acaba
donde empiezan las zonas
boscosas del
centro del continente.
Sahel,
pastos, sabanas,
matorrales, acacias;
todo ello
con fuerte dependencia
de los
ciclos de lluvia,
especialmente
escasos e irregulares
en los últimos
tiempos.
Una fauna salvaje
en tiempos
rica y abundante,
hoy reducida
y acorralada por
la presencia humana.
El Sahel cuenta
con una rica
historia, sobre
todo a partir de
la llegada del Islam,
que avanza
en los territorios
de carácter animista
del sur (aún lo hace hoy, pero
en esta ocasión de la mano del wahabismo
impulsado por Arabia Saudí) y
crea los conocidos como reinos sahelianos,
el principal el de Mali, con
ciudades que aún hoy traen recuerdos
de pasados esplendores como
Tombuctú, Gao, Djenné o Agadez.
Son tiempos en los que el comercio
a través de ese vacío gigantesco llamado
Sáhara será cosa de los hombres
del Sahel.
El siglo xix verá la llegada de los imperios
coloniales, principalmente el
francés, que penetrarán desde la costa
siguiendo los cursos de agua, especialmente
el río Senegal, e impondrán
los nuevos usos económicos y
alienarán las culturas imperantes durante
siglos. Desde el protectorado
egipciano, serán los ingleses los que
alcanzarán el Sahel sudanés. Con la
llegada, en la segunda mitad del siglo
xx, de la descolonización y la creación
de las nuevas naciones, se producirá
una desagregación de lo que
antes eran tribus, etnias, comunidades
y culturas que ni las nuevas fronteras,
completamente artificiales, ni
las estructuras estatales serán capaces
de compensar.
Es esta la época que marcará la situación
12 / Revista Ejército n.º 954 • octubre 2020
actual y, en cierto modo, el futuro
del Sahel. Los nuevos usos y la llegada
de capitales foráneos interesados en
el oro, el uranio, el gas y todo tipo de
minerales imprescindibles para la industria
moderna hacen que, como ya
ocurriera en otros países, se produzca
un abandono de pueblos y aldeas en
beneficio de las ciudades, que crecerán
exponencialmente de la mano de
esta migración interna. Las nuevas
naciones se fundan sobre sistemas
de gobierno representativo, a imagen
de las antiguas colonias, pero la promesa
de progreso y justicia social no
se cumple y, en su lugar, es la corrupción
económica y la interpretación interesada
de la ley para perpetuar a la
mayoría de los nuevos gobernantes
lo que se muestra como regla imperante.
En el Sahel, con una creciente población,
joven y en paro, gracias a las
mejoras sanitarias y el mayor aporte
proteínico, y pese a la emigración
hacia las ciudades, el descontento y la
marginación hacen progresos de manera
imparable, lo que crea un caldo
excelente para que los movimientos
redentoristas de base salafista yihadista,
desde la etnicidad, el tribalismo
y apoyándose en la promesa de una
nueva justicia social, encuentren tierras
y gentes donde medrar.
LAS RUTAS Y TRÁFICOS
ACTUALES
No es el objeto de este artículo la descripción
pormenorizada de la situación
actual de cada uno de los países
que forman parte, total o parcialmente,
del territorio del Sahel. Es un hecho
que todos, en mayor o menor medida,
desde el Estado somalí1 (en la vecindad
del Sahel, que desde los lejanos
tiempos de Siad Barré y pese al apoyo
internacional, incluido el español, lucha
por abandonar la calificación de
Estado fallido) hasta la democracia
consolidada de Senegal2 (que muestra
crecimientos constantes del PIB y un
aumento de la población moderado en
relación con sus vecinos) luchan con