San Fernando, pues sus oficiales eran
los responsables del diseño y la ejecución
de las obras de todo tipo que
necesitaba el país en el territorio peninsular
y de ultramar. En la Academia
de Matemáticas de Barcelona se dieron
las enseñanzas más completas y
avanzadas que era posible obtener en
la España del siglo xviii, y algunos autores
sostiene que la Academia fue un
centro pionero en toda Europa, con
más solera incluso que la Real Academia
de Ingenieros de Mezières, en
Francia, creada en 17481.
LOS INGENIEROS DEL REY DE
LOS SIGLOS XVI Y XVII
Como consecuencia de los progresos
realizados por la Artillería, después del
Renacimiento comenzó a considerarse
la fortificación como una rama separada
de la arquitectura civil. Todos
aquellos que deseaban ejercer su oficio
en este ámbito se instruían en Matemáticas
y Dibujo, y tras adquirir estos
conocimientos procuraban ser admitidos
como ayudantes o auxiliares de un
arquitecto o ingeniero acreditado. Tras
una larga práctica y servicios comprobados
54 / Revista Ejército n.º 954 • octubre 2020
en calidad de subalterno, se le
reconocían sus conocimientos con el
título o diploma de ingeniero.
El reinado de los Reyes Católicos inició
una era de 60 años de política
exterior expansionista que colocó a
España en posesión de un inmenso
territorio a ambos lados del océano.
En Europa, la política matrimonial de
los hijos de los Reyes Católicos los
emparentó con Portugal, el Sacro Imperio
Romano Germánico y el ducado
de Borgoña, lo que trajo aparejada la
posesión de nuevos territorios en este
continente. Como consecuencia de
todo ello, a principios del siglo xvi España
dio comienzo a un vasto programa
de fortificaciones que se prolongó
en los siglos xvi y xvii para proteger
la península y las nuevas posesiones
americanas y europeas de las agresiones
externas.
El plan de defensa citado es poco conocido
por el gran público. Contempló
obras de mejora y de nueva planta
en el Rosellón, la Cerdaña, el Pirineo,
la frontera con Portugal y en las costas
Real Fuerte de la Concepción
cantábrica, atlántica y mediterránea.
A ellas se unió el sistema de torres de
defensa del litoral mediterráneo e islas
Baleares, con más de 150 torres de
vigilancia y aviso, de entre dos y tres
plantas de altura, con cuerpo macizo
para aguantar impactos de artillería;
se trató de mejoras de otras torres
ya existentes o torres construidas de
nueva planta. También se incluyen en
este plan las fortificaciones de las plazas
del norte de África, desde Ceuta
hasta la isla de Gelves, en Túnez, y las
fortificaciones de las islas Canarias.
Mención aparte merecen las obras de
fortificación de las posesiones americanas,
iniciadas a los pocos años de la
conquista y cuya mejora fue objeto de
un plan de defensa de los dominios de
ultramar iniciado por Felipe II. A él se
deben las fortificaciones de Cartagena
de Indias, Santa Marta, en la costa venezolana,
y Veracruz. Incluyó el Plan de
Defensa del Estrecho de Magallanes y
un plan específico de defensa del área
del Caribe, que contemplaba la remodelación
de las obras de fortificación ya
iniciadas y el diseño y la construcción
de otras de planta nueva.