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Guillem Colom Piella
Doctor en Seguridad Internacional
En 2019 el Estado Mayor de la Defensa
(EMAD) presentó el Entorno Operativo
20351 (EO2035). Entre sus planteamientos
se hallaba la necesidad de
emprender un proceso de adaptación
para adecuar la estructura de fuerzas,
catálogo de capacidades y patrones
de despliegue al horizonte futuro. Un
año después se presentaba la Directiva
de Defensa Nacional 2020, donde
la transformación desaparecía de
la lista de prioridades de la política de
defensa.
Aunque continúa empleándose preferentemente
como sinónimo de cambio
a largo plazo, la transformación
había quedado muy erosionada por la
utilización que hizo Donald Rumsfeld
del concepto para implementar su
agenda tecnocéntrica y por la realidad
afgana e iraquí. Teniendo en cuenta
estos elementos, este artículo hará
un breve repaso a los hitos de nuestro
proceso de transformación para informar
de la adaptación.
Originalmente concebida como el proceso
de «… adaptación dinámica y
permanente a las circunstancias y necesidades
que se deriven de la situación
estratégica de cada momento»2,
la transformación arrancó en 2004 para
desarrollar el modelo futuro de Fuerzas
Armadas trazado por la Revisión
Estratégica de la Defensa de 2003. Al
igual que otros países europeos, esta
combinó la agenda transformadora
estadounidense y aliada (basada en la
consolidación de la acción conjunta,
la mejora de la interoperabilidad entre
los ejércitos aliados, el incremento
de la capacidad de proyección de la
Fuerza o el desarrollo de nuevas capacidades)
con las especificidades españolas.
Estas últimas priorizaban la
culminación de la integración española
en la estructura militar aliada, la profesionalización
de la milicia, la reforma
de la carrera militar o la modernización
armamentística3. Además, el arranque
del proceso coincidió con una etapa de
gran producción normativa que permitió
adaptar los criterios básicos de la
defensa nacional planteados durante
la transición política y encuadrar legalmente
la transformación.
Ratificada como una prioridad de
política de defensa en las directivas
de 2008 y 20124, la transformación
modernizó la concepción, visión y organización
de las Fuerzas Armadas,
sistematizó su planeamiento e incrementó
la armonización militar española
con la Alianza Atlántica y la Unión
Europea. Además del desarrollo de
las capacidades militares vinculadas
con la entrada en servicio de nuevos
materiales (algo que no es trasformador
per se), entre sus principales hitos
destacan tres: la adopción del planeamiento
por capacidades en 2005,
la progresiva implementación de la
acción conjunta hasta culminar en la
consolidación de la Fuerza Conjunta
en 2014, la participación activa en las
iniciativas transformadoras aliadas y
europeas o la incorporación de técnicas
de prospectiva, análisis de lecciones
aprendidas y de desarrollo y experimentación
de conceptos (CD&E)
para apoyar la innovación militar.
A pesar de ello, la transformación fue
perdiendo impulso. Sus vinculaciones
con la modernización armamentística,
el escaso apoyo entre 2008
y 2012 o la crisis económica motivaron
su progresivo estancamiento. En
efecto, al relacionar (como sucedió
en otros países) el modelo futuro de
Fuerzas Armadas con la modernización
del inventario militar se tendió
a asimilar la transformación con la
obtención de los programas especiales
de armamento (PEA) previstos
en la Revisión Estratégica de la
Defensa5. Algunos de ellos (las fragatas
F-100, los cazas EF-2000 o
los transportes A-400M) estaban
en curso desde 1996, mientras que
otros (helicópteros Tigre y NH-90,
submarinos S-80, el buque de asalto
L-61, medios de reabastecimiento
en vuelo, la segunda fase de los vehículos
de combate Pizarro, misiles
aire-aire Iris-T y de crucero Taurus
o sistemas de mando y control) se
lanzarían poco después. Este ciclo,
que debía culminar en 2015, se completó
con otros proyectos no previstos
en la revisión como el buque logístico
A-15 Cantabria, una quinta
fragata F-100, sistemas de artillería
155/52, buques de acción marítima,
misiles contracarro Spike y
helicópteros e hidroaviones para la
Unidad Militar de Emergencias. La
viabilidad financiera de estas adquisiciones
estaba condicionada al aumento
sostenido del gasto militar.
Asimismo, a pesar de calificarla como
prioritaria, entre 2008 y 2012 la transformación
tuvo un escaso apoyo político
y militar6. Tanto la hoja de ruta del
Gobierno para la legislatura en materia
de defensa como las líneas de la
titular de Defensa subrayaban su relevancia,
relacionándola con la acción
conjunta, la modernización de los materiales
o la estabilización del gasto
militar8. Sin embargo, la transformación
acabó usándose para justificar
los cambios experimentados en la defensa
española desde el fin del franquismo
y la orientación de las Fuerzas