que siempre empleó con él un lenguaje
destemplado, dice que «era latino
porque había estudiado leyes y era en
ellas bachiller».
Su figura ha estado y está en entredicho,
y despierta reacciones extremas:
la exaltación o el rechazo absoluto.
Así, historiadores como Esteban
Mira Caballos se quedan con el Cortés
constructor. Por el contrario, otros
como Antonio Espino se decantan por
el Cortés destructor de mundos.
Empero, procede recordar que entre
1519 y 1521 Hernán Cortés, al
frente de un escaso número de soldados,
puso fin al Imperio mexica, regido
por Moctezuma, dando comienzo
a la conquista de México.
La conquista, sin ningún género de
dudas, fue un choque de culturas,
de sagacidad, asombro y violencia.
Este encontronazo es calificado
por unos como una injusta y brutal
El conquistador del Imperio Azteca representado a caballo
acción española y ven a los indígenas
como víctimas. Otros justifican
el derecho de Cortés a la conquista
y hablan de que gracias a su victoria
México recibió los bienes de la cultura
occidental.
Sobre su persona, García de Cortázar1
dice: «Hernán Cortés venció en
prodigios a los héroes de las novelas
de caballería. El hidalgo de Medellín
moriría lejos del Nuevo Mundo
y olvidado por su emperador, pero
en su mirada jamás dejaría de latir la
travesía del infatigable guerrero y genial
estratega que había entrado en
Tenochtitlán y conquistado México».
En 1504 desembarca en Santo Domingo
y en 1511 pasa a Cuba como
secretario del gobernador Diego Velázquez.
Este vio en Cortés algo más
que un jurista: un diplomático hábil,
un guerrero y un conductor de hombres,
razón por la que le puso al mando
de la expedición a «tierra firme».
90 / Revista Ejército n.º 964 • julio/agosto 2021
CORTÉS: CONQUISTADOR
En el amanecer de 1519, Cortés zarpó
de Cuba con 11 naos, 14 piezas de
artillería, 500 hombres y 16 caballos.
Puso rumbo al ignoto México bajo la
dirección del piloto Alaminos. Atrás
dejaba un ambiente hostil hacia su
persona, sobre todo por parte del gobernador
Velázquez, el cual se sentía
burlado por el extremeño y puso todo
su empeño en torpedearla.
En su periplo, la flota arribó a la isla de
Cozumel, donde se enfrentó a indígenas
hostiles y recogieron a Jerónimo
Aguilar, que había permanecido nueve
años con los mayas y hablaba una
de sus lenguas, por lo que fue de gran
utilidad como intérprete, tras lo cual
continuaron reconociendo la costa de
la península del Yucatán, navegando
siempre hacia el oeste.
En el mes de marzo alcanzaron Tabasco,
en el continente, donde fueron