sobre la programación militar y el sostenimiento
de los materiales, aconsejaron
revisar este sistema17. Con esta
revisión se pretendían tres objetivos:
mejorar la identificación de las capacidades
militares futuras y su generación
a corto y medio plazo, consolidar
el concepto de Fuerza Conjunta
como base del proceso y estrechar
los lazos entre el planeamiento de las
capacidades y la programación de
los recursos para garantizar la viabilidad
y sostenibilidad de las Fuerzas
Armadas. Además de simplificar los
procedimientos, reforzar la definición
conjunta de las necesidades o calendarizar
su arranque para desligarlo de
los vaivenes políticos, la OM60/2015
establece la necesidad de fijar objetivos
de Fuerza a largo plazo para
orientar la generación futura de capacidades
y guiar la programación
de recursos en el corto y medio plazo.
Tras un primer ciclo de planeamiento
cerrado en falso y el arranque de
un nuevo ciclo inversor, el nuevo ciclo
que ha arrancado en 2020 mostrará
hasta qué punto el nuevo proceso
mejora el anterior y resuelve los problemas
que afectan a la viabilidad y
sostenibilidad de la Fuerza.
En resumen, concebida como el medio
para lograr el modelo futuro de
Fuerzas Armadas y relacionada tanto
Protocolo de firma de la Directiva de Defensa Nacional 2020
con la emulación de la agenda aliada
como con la adaptación de los criterios
básicos de la defensa nacional al
tercer milenio, la transformación pasó
por varias vicisitudes. Sus vinculaciones
con la modernización armamentística,
su utilización para justificar
procesos que poco tenían que ver con
este proceso (como la incorporación
de la mujer o la democratización de
la milicia), su desarrollo condicionado
a la voluntad de la élite política y su
complicidad con la cúpula militar, las
resistencias corporativas al cambio,
la tendencia a considerar la tecnología,
y no la doctrina, como motor de
la innovación o la hipoteca contraída
para financiar los grandes programas
armamentísticos.
En cualquier caso, debemos tener
claro que las Fuerzas Armadas de hoy
son el producto de tres grandes hitos
relacionados, de una forma u otra,
con esta transformación: el ciclo inversor
1996-2008, que modernizó el
material militar asimilándolo con el
de nuestros aliados, la Revisión Estratégica
14 / Revista Ejército n.º 964 • julio/agosto 2021
de la Defensa de 2003, que
diseñó el modelo futuro de Fuerzas
Armadas para 2015, y la Ley Orgánica
5/2005, de la Defensa Nacional,
que adaptó la política de defensa y
la organización militar al siglo xxi.
En otras palabras, a pesar de sus
limitaciones y la falta de consenso
político en sus contenidos (solo se
consensuaron las atribuciones del
JEMAD y la organización militar), el
modelo futuro de Fuerzas Armadas
propuesto por la Revisión Estratégica
de la Defensa sirvió como referente
(y también como condicionante)
de la transformación. Sin embargo,
este permitió orientar el planeamiento
a largo plazo, naturalmente transformador,
y establecer en mayor o
menor medida los hitos del proceso
a medio y corto plazo. La PDC-01 (A)
nos recuerda que la transformación
(actualmente, la adaptación al horizonte
2035) es el principal referente
del planeamiento de defensa, un
proceso que debe alcanzar un difícil
equilibrio entre el concepto de empleo,
la estructura y la financiación.
Las lecciones identificadas de la
transformación nos pueden dar muchas
claves sobre cómo debería proceder
la adaptación. En cualquier
caso, debemos tener en cuenta que
el 2035 está a la vuelta de la esquina
y que las Fuerzas Armadas del
mañana se tienen que definir hoy.
Existen numerosos condicionantes
estratégicos, económicos, industriales,
políticos o corporativos que
pueden dificultar esta definición y su
implementación. Sin embargo, para