revista de aeronáutica y astronáutica / abril 2021
336 el valor de una vida aviadora
PREPARACIÓN, PREPARACIÓN,
PREPARACIÓN
Y para poder liderar a los demás
habrá que empezar por liderarse a
uno mismo. Se necesita preparación
para ser soldado, para ser padre, para
ser amigo, para ser profesor. En definitiva,
para ser compañero.
La pólvora modifica al soldado y
sustituye la potencia del músculo
por la energía química contenida
en el proyectil. En el mundo actual
todos deben adquirir una enorme
capacidad tecnológica y mental
para descifrar y manejar un mundo
complejo en razón de la velocidad
del cambio. Pero aunque la tecnología
domine los combates perviven
también las antiguas esencias. Para
un soldado siempre será necesario
mantener y cuidar la condición física
además de desarrollar la resiliencia a
nivel anímico, pues en un frente de
combate se puede vivir unos días
sin agua pero no sin pólvora. El euro
que malgastemos en tiros fallidos
será la venda que falte en un hospital.
El esquema que no estudiemos
será el que utilice nuestro enemigo
para someternos. A esa preparación
para el combate la llamaremos instrucción
y nos garantiza que, además
de la reducción del egocentrismo,
no nos autoinflijamos muchos daños.
La preparación personal afecta a
nuestro entorno social. El soldado del
primer mundo ha de tener todos los
papeles administrativamente preparados,
pues la burocracia nos afecta de
la cuna a la tumba. La preocupación
por una herencia, la enfermedad de
un familiar, la cartilla de vacunación o
la caducidad de un pasaporte pueden
mermar cualquier buen planeamiento.
Poder disfrutar de una situación
de paz durante mucho tiempo nos ha
hecho creer la falacia que somos equiparables
a cualquier otro funcionario.
Frente al estatismo, nuestra capacidad
expedicionaria debe ser motivo de
orgullo, pues desarrolla ese punto crucial
de actitud que nos hace capaces
de ubicarnos en cualquier lugar del
planeta y de resetear las penas simplemente
compartiendo unas cervezas.
CONCLUSIÓN
Al comparar los valores que cada
uno asume con la realidad vivida se
comprueba que somos un mismo tejido,
más unido de lo que a menudo
se piensa o intuye. Una frágil tela de
araña. Y allí en medio estamos, desconociendo
que todos los movimientos
quedan registrados en las vibraciones
del hilo. Gracias a la conjunción de luces
y sombras obtenemos el adecuado
contraste. «Hice lo que pude y lo
intenté hacer bien», creo que esa será
la única frase que podremos alegar
en el momento final, para que como
dice nuestra Salve Aviadora «si nuestras
alas se quiebran al final de nuestro
vuelo, antes de llegar al suelo, tus brazos
con amor se abran». n