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Amodu, adoptó una postura represiva
y comprendió la existencia de un
problema ideológico. Es por eso que
se considera que en sus inicios eran
un grupo ambivalente entre el populismo
islamista y la defensa del nigeriano
del norte frente al nigeriano del
sur, rico y cristiano (Cook, D., 2011).
A raíz de esto último, debemos atender
a las relaciones que existen entre
las élites, el sistema político y la insurgencia.
Desde la década de 1980
se produce un utilitarismo político de
la insurgencia en el norte de Nigeria.
En aquellos primeros años, los dos
partidos políticos rivales, el NPN y el
PRP, utilizaron a la secta Maitatsine.
Estos vínculos entre la insurgencia y
las élites políticas locales eran beneficiosos
para ambos, al igual que provocaban
una cortina de humo frente
a la pobreza regional. Así, la relación
entre Boko Haram y las élites políticas
locales de Borno y Yobe es aún
más clara a partir de 2003. La relación
entre Yusuf, líder de Boko Haram, y
el senador Ali Modu Sheriff o el gobernador
de Yobe, Bubar Abba Ibrahim,
tenía un objetivo claro: la victoria
electoral de estos candidatos, la aplicación
de la sharía en los territorios
del norte y beneficios económicos
para el grupo (Iyekekpolo, W., 2016).
Estos vínculos entre élites políticas locales
e insurgencia se dan en el norte
de Nigeria porque existen dinámicas
políticas de corrupción y reciprocidad
entre ellos, en busca de la victoria
electoral y la aprobación de leyes
favorables al grupo. A su vez, las élites
financian al grupo a cambio de apoyo
popular y electoral, mientras que los
líderes del grupo se abren paso a través
del entramado político local. Con
dichos recursos económicos y posición
política, Boko Haram, entre los
años 2003 y 2007, compró y distribuyó
entre los jóvenes desamparados
de Borno y Yobe vehículos de transporte
a cambio de lealtad y militancia
en el grupo. Es más, la utilización
del grupo Boko Haram en el espacio
político-electoral hizo que las relaciones
entre las élites políticas cristianas
y musulmanas se rompieran, por lo
que se intensificó la grieta cultural en
el norte de Nigeria (Olojo, A., 2013).
Tal es la falta de consenso político
en Nigeria que a la hora de atender
a la realidad de Boko Haram existen
múltiples teorías y opiniones al respecto.
Para muchos nigerianos del
sur, Boko Haram es un instrumento
de los políticos norteños para acabar
con la presidencia cristiana del país,
mientras que para muchos norteños
Boko Haram es una estrategia sucia
de los sureños y su presidente para
deslegitimar aún más al islam y poder
erradicarlo. A su vez, un pensamiento
recurrente en Nigeria plantea que
Boko Haram es un instrumento estadounidense
para acabar con la economía
nigeriana (Agbiboa, E., 2015).
Por otro lado, entre otros agravantes
de la corrupción política en Nigeria,
la población no puede acceder
a servicios sociales o tiene que pagar
por aquellos que se encuentran
en un estado precario o no cubren la
demanda. Es por ello que los siguientes
aspectos que se van a tratar en
este estudio son los socioeconómicos,
pues la membresía a Boko Haram
y grupos parecidos se debe a la
situación económica, la injusticia, la
marginación y la inseguridad de la
población.
En primer lugar, para entender la relación
entre la situación socioeconómica
de las poblaciones del norte de
Nigeria y la actividad de Boko Haram
es necesario realizar un breve recorrido
por la economía nigeriana desde
su independencia en 1960. En ese
periodo, el país poseía una economía
basada en la agricultura y el sector forestal,
ya que estos dos sectores representaban
entre el 60 % y el 70 %
del producto interior bruto nigeriano
y ocupaban al 75 % de los trabajadores.
Sin embargo, en la década
de 1970, Nigeria realiza una reconversión
industrial hacia la extracción
y exportación petrolífera, que traslada
los sectores primarios a cotas del
30 % del PIB, dispara el desempleo y
tiene lugar una migración de las zonas
rurales hacia los núcleos urbanos
y costeros en busca de las rentas
del petróleo. Posteriormente, Nigeria
sufrió los efectos de la crisis del petróleo,
en 1973, y la afrontó con una
gestión que llevó al endeudamiento
nacional con fondos financieros europeos
(especialmente franceses y británicos),
liberalizó el sector público e
impulsó programas de ayudas que no
frenaron el deterioro de los servicios
públicos. De esa forma, la pobreza
rural y urbana creció de forma exponencial
durante esta década, donde
se cristalizaron las divisiones sociales
y se produjeron los primeros conatos
de violencia, asumidos con una
fuerte represión estatal (Lucky, E., y
Ojochemeni, J., 2015). Para Femi Boyede,
directora ejecutiva de Koinonia
Ventures Limited, «la excesiva dependencia
del petróleo es la causa del
desempleo, el secuestro, la pobreza,
el militarismo y el terrorismo en el
país» (Abellegah, D., 2013).
RELACIONES SOCIALES Y EL
RECLUTAMIENTO DE BOKO
HARAM
Destacando que fueron los estados
del norte aquellos que padecieron
de forma más dura la reconversión
industrial, puesto que la mayoría de
sus trabajadores eran agricultores,
precisamente es en esos mismos estados
norteños donde la actividad y el
reclutamiento de Boko Haram es mayor.
Así, el desempleo es una fuente
de inestabilidad en los adultos y los
jóvenes de la región, lo cual los empuja
a movimientos radicales, tanto
nacionalistas como religiosos. Aunque
no existen datos empíricos que
relacionen directamente la pobreza
o el desempleo con el terrorismo, algunos
autores afirman que el grupo
Boko Haram usa la religión como una
especie de señuelo para captar fieles
y sus verdaderos conductores son
socioeconómicos (Lucky, E., y Ojochemeni,
J., 2015).
En este sentido, podríamos basarnos
en una lógica del conflicto de base
materialista en la que Boko Haram
es un grupo con una base de reclutamiento
en una región empobrecida,
sin rentas del petróleo, donde se encuentra
una masa de jóvenes campesinos
sin educación, trabajo ni hogar.
Pero la relación entre realidad socioeconómica
e insurgencia puede ser
vista de dos formas: la pobreza genera
frustración y esta puede conducir
a la violencia o dicha violencia puede
esconder un interés económico,
oportunidades, avaricia y extorsión
en busca de poder. Esta última idea
se asienta mejor en la realidad geográfica
de Borno porque Borno es
un estado transfronterizo donde se
cruzan el transporte de mercancías