Una solución no desdeñable, en tiempo
y contenidos, podría ser la que
tanto tiempo mantuvo la Escuela de
Estado Mayor de Francia, que, probablemente,
haya sido la más prestigiosa
a lo largo de los años. Nos estamos
refiriendo a una oposición y dos
años, con un programa del siguiente
trazado:
• Una oposición que exija un conocimiento
riguroso de la Doctrina y de
los reglamentos rectores de los diferentes
cuerpos, armas y servicios
del ejército correspondiente.
• Un primer curso dedicado al conocimiento
de las grandes unidades
brigada, división y cuerpo de ejército,
y de su empleo en los diferentes
tipos de guerra convencional
o clásica, irregular y operaciones
de paz. Todo ello complementado
por los conocimientos ineludibles
de organización, geografía militar,
historia militar y cartografía.
• Un segundo curso dedicado a estudiar
las operaciones conjuntas y
combinadas, junto al conocimiento
suficiente de los otros dos ejércitos,
de las relaciones con el Gobierno y
de las peculiaridades de las organizaciones
y ejércitos de otros países
aliados, todo ello complementado
por los conocimientos necesarios
de geopolítica y de aquellas otras
disciplinas que puedan precisarse
en estos niveles.
• Una tesis doctoral (condición académica
sine qua non) que, al igual
que sucede en las universidades,
48 / Revista Ejército n.º 961 • mayo 2021
pueda ser desarrollada a lo largo
de los dos años de permanencia en
la Escuela de Estado Mayor (con la
ayuda tutorial tradicional de profesores
de la Escuela y de la recientemente
creada Academia de las
Ciencias y Artes militares) y que
permita profundizar en los diversos
temas en mayor medida que las actuales
monografías de fin de curso.
Sin duda, los contenidos de las tesis
doctorales podrían ser aprovechables
en la mejora y puesta al día
de nuestra eficacia militar.
Y como marco catalizador de todo lo
dicho, no debemos olvidar la conveniencia,
que ya empieza a tenerse en
cuenta, de integrar todos nuestros
estudios militares, en sus diferentes
niveles, en una Universidad de la Defensa,
similar a la que tienen algunos
países de nuestro entorno cultural, de
la que ya habló en su día el teniente
general (R) Luis Feliú (también de la
Tertulia de Pensamiento Militar) en
algún medio de comunicación. Porque
quizá, como se ha indicado antes,
faltó visión sobre la conveniencia
de gestionar con el Ministerio de
Educación y la universidad la integración
funcional de todo el sistema de
enseñanza militar en el sistema educativo
nacional. En primer lugar, porque
es de obligado cumplimiento y
lógica necesidad que todo lo que se
estudia en la nación se integre en el
sistema académico nacional, sean estudios
militares o civiles. Con ello se
consigue (como ya se ha apuntado) la
coordinación y la intercomunicación
de carreras, lo que facilita las convalidaciones
automáticas entre las mismas
y, sobre todo, el sometimiento a
una disciplina intelectual y programática
de todos los estudios que se imparten
en la nación. Además de evitar
(con dicho encuadramiento y supervisión
intelectual) reducciones interesadas
o poco meditadas, que siempre
rebajan la preparación de los oficiales
y suboficiales, perjudican el prestigio
de la carrera militar y generan agravios
comparativos entre las promociones
de los distintos planes por la
distorsión que pueden implicar en los
escalafones respectivos.
Como ya se ha insinuado y se reitera,
la secuencia de niveles (al igual que
sucede en países occidentales de
relieve) podría ser: oficial de carrera
como licenciatura o grado, cursos de
especialidad como máster y diplomado
de Estado Mayor como doctorado,
sin olvidar a nuestros bien preparados
suboficiales, cuyos estudios actuales
puede ser asimilables a una diplomatura
de grado medio.
Todo lo anterior llevaría a revisar ciertos
programas actuales vigentes en
nuestras academias militares. Por
ejemplo, la inclusión que se ha hecho
del grado completo de ingeniería industrial
en la formación del oficial. Una
rápida ojeada comparativa de los programas
anteriores de estudio en las