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(dotación estándar en las alas y torretas
de los aviones) con afustes antiaéreos.
En cuanto a la aviación de Salamanca,
el 19 de febrero de 1937 se había
creado el Servicio de Antiaeronáutica,
de acuerdo con la orden de 11 del
mismo mes5. Dicho Servicio quedó
subordinado a una subinspección a
las órdenes del jefe del Aire (general
Kindelán) y se dividió en Defensa Activa
(con cazas, antiaéreos, proyectores
y fonolocalizadores) y Defensa Pasiva
(con la Sección de Información, la Red
de Escucha, los refugios antiaéreos, el
enmascaramiento, las señales de alarma
y los servicios contra incendios y
gases). Desde el 4 de mayo de 1937,
el Servicio contó con una sección en
el Estado Mayor del Aire, ya que, en
esa fecha, el general Kindelán había
redactado una serie de disposiciones
en las que se establecía la división de
dicha Jefatura del Aire en siete secciones
y, precisamente, la última de
ellas, tenía como cometido «el estudio,
organización y coordinación de
los servicios de antiaeronáutica y del
despacho de los asuntos a esta concernientes
»6. Esta séptima sección
tenía a su cargo el Regimiento de Artillería
Antiaeronáutica, la Agrupación
de Artillería Antiaeronáutica de Posición
(con material circunstancial), cinco
unidades de ametralladoras, la unidad
de automóviles de las baterías de
artillería antiaeronáutica (con talleres
móviles y talleres centrales), la Unidad
de Información Aeronáutica y la Red
de Escucha y Observación Aérea7.
Aparte de la artillería antiaérea, y a título
de curiosidad, cabe destacar que,
para la protección de los aviones, era
recurrente la dispersión de aparatos
(cada tipo, dependiendo si eran
de caza, cooperación o bombardeo,
en un campo distinto) y, además, se
construyeron maquetas de despiste a
tamaño real.
SENTANDO LAS BASES DE
LA ANTIAERONÁUTICA DE LA
BRIGADA HISPANA
De las tres aviaciones nacionales, la
evolución más notable en la disposición
antiaérea fue la implementada
por la Aviación Nacional espoleada,
sin duda, por el ataque realizado el
15 de octubre de 1937 por 21 Polikarpov
I-15 escoltados por 43 I-16 al
aeródromo zaragozano de Garrapinillos
(Sanjurjo), al cual ametrallaron sin
oposición alguna. Al parecer, en aquel
momento había un total de 110 aparatos
sobre el campo y en el curso del
ataque fueron impactados 28 aviones,
quedaron incendiados 12 y 5 completamente
destruidos.
Ese mismo día, y ante la gravedad del
ataque republicano, Kindelán mandó
reunir a los jefes de la Legión Cóndor
y de la Aviación Legionaria, con los
que se estudió la forma de aumentar
los medios de defensa de los aeródromos.
Tras dicho encuentro, se
mandó una batería antiaérea alemana
de 88 mm para proteger el aeródromo
zaragozano y se reestructuró el Regimiento
de Artillería Antiaérea dependiente
de la Jefatura del Aire. A dicho
regimiento se destinaron siete grupos
de cañones de 75 mm recién adquiridos
(tres de dichos grupos se destinaron
a la defensa de aeródromos, otro
a la Primera Brigada del Aire, recién
creada en esas fechas, y los restantes
a los cuerpos de Ejército de los sectores
activos del frente).
La organización de la artillería antiaérea
en la Brigada Aérea Hispana
continuó evolucionando. Así, a finales
de junio de 1938, sabemos que
la antiaeronáutica estaba organizada
para la protección de los aviones
de la misma y cubría con sus fuegos
los campos donde estaban estacionados.
Los medios con que contaba
eran los siguientes: tres baterías antiaéreas
de 7,5 cm de la Agrupación
de Artillería Antiaérea; seis cañones
automáticos de 20 mm Oerlikon (procedentes
del material republicano recuperado),
tres piezas automáticas
Flak de 20 mm, de la Agrupación de
Antiaéreo alemán 88 mm. Colección de los autores
Oerlikón de 20 mm en el aeródromo de Torrijos. Archivo Rodrigo Mulero