244 JOSÉ MIGUEL QUESADA GONZÁLEZ
LA CARENCIA DE OFICIALES SUBALTERNOS
Como se ha dicho anteriormente, la falta de personal en los empleos
más bajos de oficial supuso un lastre para la puesta en orden de combate
de la reserva extraordinaria de 1874. No cabe extrañarse, este era un mal
común de muchos ejércitos del momento cuya eficaz solución había sido
ya mostrada por Prusia en sus recientes enfrentamientos con Austria y con
Francia. Por citar sólo el conflicto franco-prusiano, los germanos movilizaron
y encuadraron a más de un millón de hombres en poco más de una
semana. Queda claro que hubo un planeamiento adecuado, una buena instrucción
tanto de los efectivos permanentes como de los reservistas y una
logística eficaz, pero tal alarde movilizador fue viable por la disponibilidad
de numerosos oficiales subalternos en reserva33. El ejemplo prusiano fue
tan importante que las potencias militares europeas implantaron soluciones
similares en el tiempo que medió entre el final del siglo xix y el principio
del siglo xx, con la intención de poner en pie de guerra cada vez mayores
masas de reservistas. En España, el llamado oficial de complemento empezó
a pisar las unidades a partir de 1912, si bien nunca alcanzó la relevancia
suficiente como para resolver el problema para el que había sido creado34.
A principios de 1874, la Infantería española tenía 4.512 tenientes y
alféreces en plantilla, de los cuales sólo 86 estaban pendientes de asignación
de destino35. Las vacantes de alférez en las unidades activas que estaban
sin cubrir, según fuentes del Ministerio de la Guerra, eran 1.60036. Por otra
parte, la orgánica prevista para los 50 batallones provinciales, basada finalmente
en ocho compañías y una plana mayor de mando, arrojaba un cómputo
de 900 tenientes y alféreces37. Por lo tanto, añadiendo a las vacantes
de la reserva extraordinaria las reconocidas para el ejército permanente, las
necesidades de este personal superaban con creces las dos mil.
33 Puell de la Villa, Fernando: Historia del Ejército en España. Alianza Editorial, Madrid,
2005, pág. 152
34 En 1936 eran tan sólo 6.150 alféreces y tenientes. De ahí que cada bando contendiente de
la Guerra Civil tuviera que habilitar su propia manera de reclutar y de adiestrar oficiales
eventuales, Quesada González, José Miguel, op. cit., pág. 241.
35 Eran 2.286 tenientes y 2.226 alféreces, de los cuales 63 y 23, respectivamente, estaban
en situación de reemplazo, Escalafón general de los señores jefes y oficiales del Arma
de Infantería en 1.º de enero de 1874. Imprenta de la Dirección General de Infantería,
Madrid, 1874, págs.138-282.
36 «Miscelánea política» en El Imparcial (1874, 21 de agosto), pág. 2.
37 La orgánica contaba con las siguientes vacantes: un teniente coronel, dos comandantes, un
capitán ayudante, un teniente habilitado, un alférez abanderado y un sargento o cabo de cornetas,
para la plana, mientras que cada compañía tenía un capitán, un teniente, un alférez, un
sargento primero, dos segundos, cuatro cabos primeros y cuatro segundo, Circular, de 31 de
julio de 1874, del Ministerio de Guerra dictando las reglas que deben observarse para llevar
a efecto la organización de los 80 batallones de la reserva extraordinaria. GM, 1 de agosto.
Revista de Historia Militar, 130 (2021), pp. 244-264. ISSN: 0482-5748