regiones ucranianas, la persecución
de su cultura y, finalmente, la repoblación
con rusos de las regiones que
habían quedado deshabitadas. Lo sucedido
en el país durante este periodo
es calificado como genocidio, el holodomor.
En Europa, la Sociedad de Naciones
no funcionó como sistema de seguridad
colectiva. Los Pactos de Versalles
tampoco supusieron una solución
de futuro. Ya tempranamente,
en el Tratado de Rapallo de 1922, la
falta de cintura de Francia e Inglaterra
dio como resultado la firma del Tratado
de Cooperación entre Alemania
y la URSS, que daría pie para que
años más tarde Ribbentrop y Molotov
firmasen su secreto e ignominioso
acuerdo para la partición de Polonia.
Vendría después nuestra Guerra
Incivil, en la que ya podía observarse
dónde estaban los que serían los
protagonistas de la Segunda Guerra
Mundial, sobre la que no entraremos
en detalle más que en lo que atañe a
nuestro país protagonista.
La Segunda Guerra Mundial no fue
tampoco un buen periodo para el
país. Alcanzó su mayor extensión a
su finalización al ganar territorios
en Polonia y también en Rumanía,
pero fueron millones los ucranianos
muertos durante el periodo, ya como
civiles, partisanos o miembros del
Ejército Rojo, a lo que seguiría, terminada
16 / Revista Ejército n.º 972 • abril 2022
la guerra, una tercera hambruna
que se llevaría por delante a una buena
parte de la población superviviente
en un territorio devastado por las
tremendas batallas que en él se desarrollaron.
Lo anterior se combinaría,
durante todo el periodo estalinista,
con deportaciones de ucranianos
y poblaciones de origen alemán aún
presentes sobre el territorio, seguidas
de nuevas repoblaciones con rusos.
Llegamos a un punto importante
en 1953 con la desaparición de Stalin
y la llegada al poder de la URSS, tras
Malenkov, de Nikita Jrushchov, el simpático
secretario general de los zapatazos
en la Asamblea de Naciones
Unidas, quien, quizás por su pasado
como apparatchik en Ucrania, decide
un año más tarde transferir la región
de Crimea, vaciada de sus originarios
habitantes tártaros mediante las deportaciones
estalinistas a Siberia, a
la República Socialista de Ucrania,
semilla más que probable de la actual
situación de
tensión
diplomática y militar en la frontera
ucraniana.
El periodo de la Guerra Fría es bueno
para Ucrania, con un enorme crecimiento
de la producción industrial,
tecnológica y militar, con promoción
en Moscú de líderes locales como, por
ejemplo, Leonidas Brézhnev, sucesor
de Jrushchov al frente de la URSS. Un
periodo de relativa bonanza que para
Ucrania finaliza abruptamente con el
desastre de Chernóbil y que prepara
sicológicamente a la población para
el salto a la independencia, que llega
en 1991.
Dicha independencia implica un problema
de geopolítica, además de los
inherentes a una situación tan novedosa:
la situación de Crimea3, o debiéramos
decir la situación de la salida al
mar de la flota rusa, algo por lo que
muchos rusos habían muerto desde
los tiempos de Catalina la Grande, la
emperatriz en cuyo nombre el príncipe
Potemkin había alcanzado primero
acuerdos con los tártaros, después
derrotado al sultán turco y, finalmente,
construido el puerto de Sebastopol.
Ahora, aparentemente,
esa salida al
mar dejaba de ser
de soberanía
rusa.