actitudes. Por una parte, refuerza los
lazos de grupo y sirve para la identificación
moral del individuo con este.
Además, obliga a un compromiso con
los valores explícitos e implícitos de
la orden, por lo que se proyecta hacia
el futuro. Por el contrario, recibir
una condecoración es simplemente
—que no es poco— el reconocimiento
presente de algo que se hizo en el
pasado.
Como puede verse, la diferencia es
sustancial porque la primera establece
un compromiso vinculante y público,
mientras que la segunda no, al
menos más allá de la esfera personal.
EL ESFUERZO SIEMPRE VA
POR DONDE VA: LOS NUEVOS
DOMINIOS. ¿CÓMO COMBATIR
EN EL DOMINIO COGNITIVO?
En fechas recientes, la OTAN ha reconocido
como dominios operativos
el cíber y el espacial, sumándolos a
los dominios tradicionales: el terrestre,
el marítimo y el aéreo. Obsérvese
que decimos «reconocer», no crear, lo
6 / Revista Ejército n.º 972 • abril 2022
que quiere decir que ya existían previamente.
Lo cierto, tal y como se ha
argumentado en otras publicaciones
de la Academia de las Ciencias y las
Artes Militares (www.acami.es), es
que hace tiempo que se realizaban
operaciones tanto en el ciberespacio
como en el espacio exterior.
El reconocimiento de estos dominios
ha acentuado un importante debate,
del que apenas llegan ecos a España,
sobre el perímetro conceptual de las
operaciones en esos dominios y sobre
los límites técnicos, jurídicos y éticos
a la acción en ellos.
Tal y como ya venía ocurriendo en los
dominios tradicionales, ¿cómo distinguir
una operación militar de una que
no lo es en el ciberespacio o en el espacio
exterior? ¿Por su origen?, ¿por
su finalidad?, ¿por los medios empleados?
Creemos que ninguna respuesta
es completamente satisfactoria,
mucho menos si hablamos de
disuasión y prevención, pues los mecanismos
que se emplean desbordan
ampliamente las competencias tradicionales
de las Fuerzas Armadas.
Este debate es importante porque,
en la línea del clásico «si vis pacem
para bellum», todas las Fuerzas Armadas
del mundo forman a sus
miembros en la gestión de situaciones
caóticas, pero la experiencia demuestra
que aquellos que han salido
bien parados de estas situaciones,
además de tener suerte y medios,
han contado con las herramientas
conceptuales y morales necesarias
para abordarlas. Dichas herramientas,
aunque se afinan en el combate,
se diseñan y fabrican en tiempo de
paz a partir de análisis multidisciplinares
en los que la historia juega un
importante papel.
Estos nuevos dominios no son, no
pueden ser, una excepción. Es más,
su falta de vinculación geográfica les
confiere un carácter marcadamente
estratégico y su análisis debe realizarse,
por tanto, desde una perspectiva
que desborda ampliamente las competencias
militares tradicionales.
Acaso convenga, en el mundo globalizado
y complejo del siglo xxi, empezar
a reconocer una evolución doble en el
papel de las Fuerzas Armadas:
- Que no hay unas misiones predeterminadas
para las Fuerzas Armadas y
que toda actuación en el amplio marco
de la seguridad puede serles encomendada.
La obsoleta distinción entre
defensa y seguridad se está viendo
superada por la vía de los hechos.
- Que, en el combate global de esta
nueva era, no solo el instrumento de
las Fuerzas Armadas tendrá que actuar
en los nuevos dominios: hay necesidad
de una globalidad de actores.
Centrándonos ahora en el dominio
cognitivo, su existencia nos resulta
evidente, como lo es la necesidad de
abordar su estudio, pero se trata de
un terreno especialmente resbaladizo
para los Estados Mayores, lo que obliga
a un análisis doctrinal urgente y, como
hemos indicado, multidisciplinar. Una
exposición de esta problemática se
abordó en detalle en un documento
publicado recientemente por la
Academia («El dominio cognitivo
en las operaciones multidominio:
concepto y problemática», de Rubén
García Servert y José Luis Calvo
Albero).
Placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo