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probablemente siguiendo modelos
islámicos, y que aunaban el servicio
a Dios y el de las armas bajo protección
papal. Así, en la etapa inicial surgieron,
entre otras, las órdenes del
Santo Sepulcro (1099), de San Juan
o Malta (1104) y una de las más populares:
el Temple (1118). Siguiendo
este modelo, y en un contexto similar
de lucha contra el infiel, aparecieron
las órdenes militares españolas, siendo
las más conocidas las de Alcántara
(1154), Calatrava (1158), Santiago
(1170) y Montesa (1317).
Al finalizar la Edad Media, una vez que
la lucha contra el islam entró en una
fase menos activa, las órdenes de caballería
medievales empezaron a declinar
y a ser sustituidas por otras que,
en vez de estar avaladas por el papa,
lo estuvieron por los reyes. Con la Revolución
francesa, se generalizó que
fueran los Estados los responsables
de su creación y de la sanción de sus
estatutos y reglamentos.
Un ejemplo relevante es que, treinta
años antes de la Revolución francesa,
el rey Luis XV estableció la Orden del
Mérito Militar francesa, que es un claro
antecedente de la Real y Militar Orden
de San Fernando, creada por las
Cortes de Cádiz en 1811 y posteriormente
refrendada por Fernando VII en
1815. Un año antes, en 1814, el propio
Fernando VII había creado la Real
y Militar Orden de San Hermenegildo.
En 1864, siendo presidente del Consejo
de Ministros Alejandro Mon, se creó
la Orden del Mérito Militar, a la que seguirían
las correspondientes del Mérito
Naval (1866) y del Mérito Aeronáutico
(1945). Estas órdenes dejarían
de serlo por Ley 18/1995 de 1 de julio,
desarrollada en detalle por el Reglamento
de Recompensas Militares,
para convertirse en simples condecoraciones
(Real Decreto 1323/1995,
de 18 de julio).
Al respecto hay que reseñar que existían
diferencias notables entre las
Reales y Militares Órdenes de San
Fernando y San Hermenegildo y las
del Mérito Militar, Naval y Aeronáutico.
Mientras que las primeras gozan
de una estructura y solemnidad propias
(capítulo, santo patrono, etc.), las
segundas carecían de ellas. Tal vez
en eso se apoyara el legislador para
que perdieran su condición de orden,
a pesar de que la RAE, al definir una
orden, dice de ella: «Cada uno de los
institutos civiles o militares creados
para premiar por medio de condecoraciones
a las personas con méritos
relevantes», o quizás tuviera en cuenta
que perviven en España múltiples órdenes
civiles que carecen de las características
antes mencionadas.
Creemos que es una lástima que se
haya eliminado el carácter de orden
de las del Mérito Militar, Naval y Aeronáutico
porque las priva de ser una
herramienta conformadora de un
compromiso ético a futuro, esencial
en un momento en el que se reconoce
la perentoria necesidad de dar
la batalla en el dominio cognitivo en
un mundo de incertidumbres y dudas
existenciales, como tendremos ocasión
de ver a continuación.
LA CORTESÍA
MILITAR: ÓRDENES Y
CONDECORACIONES
Como se ha comentado, existe una
gran diferencia entre órdenes y condecoraciones.
Las primeras son
instituciones de las que se puede o
no formar parte, declarando solemnemente
el compromiso futuro de
acomodar la propia vida a un código
de valores, mientras que las segundas
son distinciones que se otorgan a determinadas
personas, normalmente
como recompensa por algún servicio
prestado. Es cierto, sin embargo, que
la concesión de determinadas condecoraciones
es simultánea al ingreso
en una determinada orden; tal sucede,
por ejemplo, con la «Laureada»
de San Fernando y la Cruz de San Hermenegildo,
pero no deben confundirse
ambas situaciones.
El ingreso en una orden lleva aparejada
la asunción del código ético que la
rige; por esa razón, se puede «expulsar
» a alguien de una orden por comportamientos
indebidos. En este sentido,
por ejemplo, el Boletín Oficial de
Defensa da cumplida cuenta de aquellos
que dejan de pertenecer a la de
San Hermenegildo por unas u otras
razones.
En nuestra opinión, pertenecer a una
orden es una herramienta preciosa
para cualquier grupo humano en el
complejo mundo de los valores y las
Emblemas de las Órdenes Militares españolas Santiago,
Alcántara, Calatrava y Montesa