Dicha responsabilidad atañe precisamente
a la Dirección de Investigación,
Doctrina, Orgánica y Materiales
(DIDOM) del Mando de Adiestramiento
y Doctrina (MADOC) del Ejército de
Tierra (ET), que asigna a la Jefatura de
Adiestramiento y Doctrina de Infantería
(JADINF) —como al resto de jefaturas
de las armas y servicios— el cometido
de actualizar los conceptos que se
derivan de la Doctrina4 con mayúsculas
para descender al nivel táctico de
las pequeñas unidades de infantería
(en este caso) y desarrollar las publicaciones
doctrinales correspondientes,
los manuales de adiestramiento e
instrucción o de procedimientos, etc.,
que los orienten, en definitiva, sobre
su empleo táctico y, por ende, sobre la
preparación para el combate.
No obstante, dado que la disponibilidad
de recursos (humanos principalmente)
es limitada y, en todo caso,
acorde al cometido (como en todas las
UCO5) y que, en definitiva, la finalidad
es apoyar a las unidades, se precisa
paradójicamente (o no tanto) de su colaboración.
Conviene ahora matizar la
pretendida paradoja, pues, al solicitar
el apoyo de quien realmente es el sujeto
apoyado, se pretende aunar esfuerzos
y experiencia, preservar una coherencia
y, sobre todo, mantener «los
pies en el barro» de la realidad.
Llegados a este punto, es preciso hacer
dos puntualizaciones a modo de «riesgos
que hay que asumir». En primer lugar,
conviene destacar la oportunidad
en la «respuesta». La adaptación de
las tácticas, técnicas y procedimientos
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debe ser inmediata, y eso lo llevan a
cabo las propias unidades. Pero la doctrina
no puede ni debe permitirse una
demora excesivamente larga, acorde
al proceso de análisis de las lecciones
aprendidas; de otro modo, se pierde
eficacia en la respuesta y el prestigio
de quien es responsable de su actualización.
El caso de Afganistán y la lucha
contra los IED6 supone un claro ejemplo
de ello. Ninguna unidad desplegada
en combate allí esperaba encontrar
la respuesta en un manual ante el primer
ataque con IED simplemente porque
no existía, de modo que hubo que
improvisar sobre la marcha, aprender
de los errores y aplicar lo aprendido en
función de nuestras propias capacidades,
limitaciones y situación táctica. La
solución quedó plasmada en forma de
publicación doctrinal PD3-304 C-IED7
en 2009, esto es, ocho años después
del inicio del despliegue de tropas españolas
en Afganistán. ¿Es esto mucho
tiempo, poco u oportuno?
En segundo lugar, la disponibilidad
real de las propias unidades para asumir
otros cometidos es, obviamente,
limitada. Su misión es la preparación
para el combate, pero ¿no es hacer
doctrina parte de este cometido?
LECCIONES APRENDIDAS
Observemos el siguiente cuadro:
Cuando una unidad se despliega
para combatir, lo hace bajo el amparo
de unos principios doctrinales y espera
que, siguiéndolos, la respuesta
a la amenaza sea la adecuada en
cada situación. Cuando los principios
de actuación no funcionan correctamente
o no solventan alguna
situación concreta, la unidad debe
«improvisar» un cambio: analizar el
problema suscitado, proponer una
solución, experimentar el cambio
mediante el ensayo-error-ensayo y,
cuando la investigación se advierta
eficaz, incluirlo como un nuevo procedimiento.
Sin embargo, este quedará
exclusivamente en el ámbito de
la unidad que «advirtió» el problema
y «experimentó» la solución si su experiencia
no trasciende al resto de
unidades, es decir, no será incorporado
a la doctrina del Ejército mientras
el nuevo procedimiento no sea
validado por el MADOC. Hemos de
tener en cuenta que lo que acaso sirva
para una unidad concreta en una
situación muy particular no sea de
ayuda para el resto. Por ejemplo, el
procedimiento de reacción ante un
ataque con IED dependerá de las
capacidades de la unidad proporcionadas
por el vehículo de combate
del que disponga. Sin embargo, en la
misma situación, el apoyo de zapadores,
la ayuda de fuego aéreo o la
evacuación de una baja serán exactamente
iguales cualesquiera que
sean las características de la unidad
apoyada. Básicamente, este es el
funcionamiento del sistema de lecciones
aprendidas.
De esta manera, la doctrina se revisa
y adapta a la nueva situación, determinando
a su vez la orgánica y características
de las unidades (plantillas),
sus capacidades (materiales) y su instrucción,
adiestramiento y evaluación.
En definitiva, habrá de ser la doctrina
la que defina orgánica, materiales y
preparación, y no al contrario.
¿UN EJEMPLO?
Intentemos ahora dar respuesta al
dilema planteado al principio del artículo.
Para ello, se introduce a continuación
la publicación doctrinal
PD4-100, relativa al empleo táctico de
las pequeñas unidades de infantería,
que comprende ocho volúmenes8, varios
de ellos aprobados recientemente
(noviembre de 2021) y pendientes
de publicación en el BOD.
PD4-100 volúmenes 1, 2 y 3