146 GABRIEL PITA DA VEIGA y JOAQUÍN PITA DA VEIGA
documentación con las referidas crónicas y artículos, señalando los errores
e intentando aclarar este episodio de nuestra historia antes de cumplirse el
quinto centenario de la batalla.
Hemos creído necesario legitimar y poner en valor lo contenido en la
única crónica que se conserva de uno de los protagonistas, hasta ahora no
tenida suficientemente en cuenta. Intentaremos demostrar si es posible o no
dar preeminencia a alguno de los aprehensores sobre los demás. Para ello,
se señalarán los errores más frecuentes sobre la prisión y sus protagonistas.
Expondremos en qué se basan los diferentes partidarios de cada uno de los
tres captores. Se tratará de explicar el caso de Juan de Aldana y su posible
participación en la captura. Finalizaremos este artículo con unas breves conclusiones
y con una aclaración necesaria sobre la figura de Alonso Pita da
Veiga que, en algún caso, ha sido perjudicada por la desinformación. Pero
por encima de todo, lo que se demostrará es que, por la documentación conocida,
no por crónicas o publicaciones, solo son tres los captores posibles
de Francisco I: Alonso Pita da Veiga, Diego de Ávila y Juan de Urbieta.
LAS VERSIONES DE LOS CRONISTAS
Antes de tratar la documentación, analizaremos de manera sencilla
las crónicas en las que se han basado la mayor parte de los autores. Veremos
que las que consideramos más relevantes no coinciden al narrar los hechos.
La primera, la atribuida a Juan de Oznaya, participante en la batalla,
es la más difundida y dice: Iba casi solo, cuando un arcabucero le mató el
caballo, y yendo a caer con él, llega un hombre darmas de la compañía de
D. Diego de Mendoza, llamado Joanes de Urbieta, natural de la provincia de
Guipúzcoa, y como le vio tan señalado, va sobre él al tiempo que el caballo
caía; y poniéndole el estoque al un costado por las escotaduras del arnés, le
dijo que se rindiese. Él viéndose en peligro de muerte, dijo: “La vida, que soy
el rey.” El guipuzcuano lo entendió, aunque era dicho en francés; y diciéndole
que se rindiese, él dijo: “Yo me rindo al emperador.” Y como esto dijo, el
guipuzcuano alzó los ojos y vio allí cerca al alférez de su compañía que cercado
de franceses estaba en peligro; porque le querían quitar el estandarte.
El guipuzcoano, como buen soldado, por socorrer su bandera, sin acuerdo
de pedir gaje o señal de rendido al rey, dijo: “Si vos sois el rey de Francia,
hacedme una merced.” Él le dijo, que él se lo prometía. Entonces el guipuzcoano
alzando la visera del almete, le mostró ser mellado, que le faltaban dos
dientes delanteros de la parte de arriba, y le dijo: “En esto me conoceréis;”
y dejándole en tierra la una pierna debajo del caballo, se fue a socorrer a su
Revista de Historia Militar, 127 (2020), pp. 146-192. ISSN: 0482-5748