TEMAS PROFESIONALES
Todo ello da algunas pistas, planteadas al estilo de lo que recomienda la
escuela del realismo neoclásico, acerca de los motivos por los cuales India no
ha logrado ser lo que una primera lectura de algunas cifras «macro» podrían
dar a entender. Pero uno no siempre elige (si es que lo hace alguna vez) las
condiciones en las que los demás actores juegan sus bazas. De modo que en
los próximos años India se encontrará con la necesidad de resolver esos
problemas internos al mismo tiempo que deberá afrontar sus responsabilida-des
a la hora de proteger las principales rutas comerciales, sin las cuales toda
su economía (y su sociedad) se vendría abajo cual castillo de naipes. Es el
paso de la adolescencia a la edad adulta medido en clave geopolítica. O,
como se dijo alguna vez, el tránsito de un actor a duras penas regional, hipo-tecado
por la «diplomacia moral» de Nehru (Zajec, 2009), a un actor de
ámbito global, que trata de generar su propio espacio, pero llegando tarde al
reparto.
La proyección naval de India
Asumiendo dicho diagnóstico, el Ministerio de Defensa indio ha dejado
muy clara la inextricable relación entre la «prosperidad económica» y la
«capacidad naval» de su país. La razón es palmaria: no es posible tal prosperi-dad
si no se protegen las líneas de suministro marítimas que fluyen a/y desde
sus costas (MoD, 2007: 10), cosa que debería ser evidente, dado que el 85 por
100 del volumen total de mercancías se transportan por mar, aunque en el
caso de India ese porcentaje podría estar más próximo al 90 por 100. Algo que
no todos los Estados exponen con tanta claridad. Se trata, pues, de toda una
declaración de intenciones. Todo esto se encuentra materializado también en
el desarrollo del concepto de Conciencia del Dominio Marítimo (MDA, por
sus siglas en inglés) al que se hace referencia explícita en el Informe Anual
2018-2019 del Ministerio de Defensa de India.
En clave histórica, aunque suele citarse la guerra indo-paquistaní de 1971
como el punto de inflexión para dotarse de una Marina de Guerra de aguas
azules (Rath, 2014: 73), entre otras cosas por el impacto que causó el desplie-gue
en la zona del USS Enterprise, eso es una verdad a medias. En realidad,
desde 1961 India contaba con un portaviones (INS Vikrant, ex-HMS Hercu-les)
dotado con cazas a reacción Sea Hawk (la compra se concertó en 1957),
lo cual delata una intencionalidad inicial al respecto, aunque, con toda proba-bilidad,
entorpecida por los todavía escasos recursos presupuestarios disponi-bles
en esas fechas.
Tampoco podemos obviar que uno de los principales quebraderos de cabe-za
para la Marina india lo constituye la protección de su ZEE, así como la
necesidad de proyectar poder en las Laquedivas y —de modo muy especial—
en Andamán y Nicobar.
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