![](./pubData/source/images/pages/page13.jpg)
REVISTA EJÉRCITO
N.º 968 EXTRAORDINARIO NOVIEMBRE
13
las islas, especialmente en Tenerife,
a pesar de lo que digan los boletines
oficiales, se le seguirá llamando «capitán
general de Canarias» y al edificio
en que reside la «Capitanía General
», o más brevemente, «Capitanía».
La figura del general Valeriano Weyler
Nicolau es muy conocida y su carrera
militar es tan brillante y extensa que
en sus biografías los casi seis años
que pasó en Canarias se despachan
con una lacónica frase: «Entre
los años 1878 y 1883 desempeñó la
Capitanía General de Canarias». Sin
embargo, su labor en las islas, que
tuvo aspectos muy variados, muchos
de ellos lejos de lo militar, dejó
un recuerdo imperecedero. Él mismo
lo expresa muy bien en su despedida
a los habitantes de Canarias: «Todos
recordáis que a mi arribo a estas playas
una espantosa miseria diezmaba
las Islas, especialmente las de Fuerteventura
y Lanzarote que con mayor
rigor experimentaron la inclemencia
del cielo. A remediar en lo posible
se dirigían los esfuerzos de todos,
y yo, que no podía ser indiferente a
tales desgracias, impetré y obtuve
del Gobierno de S. M. la ampliación
de las obras del Fuerte de Almeida,
la construcción del Palacio de Capitanía
General y el nuevo hospital,
en Santa Cruz, la reforma del Cuartel
de San Francisco, la erección de
un nuevo edificio con destino a Gobierno
Militar de Las Palmas; obras
todas que al embellecer ambas poblaciones
hermanas, cuya importancia
y riqueza atraía a los infelices
emigrados, proporcionaron a estos
honrados habitantes medio de ganar
su sustento».
Valeriano Weyler había sido designado
capitán general de Canarias por
RO de 14 de febrero del año 1878.
Recién ascendido a teniente general,
aún no había cumplido los cuarenta
años; destino del cual él mismo
escribe: «destino que si no pretendí
ni ambicioné, tampoco me arrepiento
de haberlo aceptado». De hecho,
se comentaba en la prensa madrileña
de la época, que se le había destinado
lo más lejos posible de Madrid por
su enemistad con el ministro de la
Guerra, Francisco de Paula Ceballos.
El viernes 5 de abril de 1878 llegaba
el general Weyler, a bordo del vapor
África, al puerto de Santa Cruz de Tenerife.
Todavía el pequeño muelle no
tenía el calado suficiente para permitir
el atraque de esos buques de
vapor, por lo que el África fondeaba
en medio de la bahía y una falúa se
abarloaba a su costado para trasladar
a los viajeros al desembarcadero. Llegaba
en la más absoluta indiferencia.
Nadie, salvo las autoridades militares,
le esperaba. Weyler puso por primera
vez pie en tierra canaria junto a la
famosa Farola del Mar; sí, esa, la que
«esta noche no alumbra porque no
tiene gas», que dice la canción. Desde
quince años antes sí que alumbraba
para orientar a los pescadores en sus
salidas nocturnas a la mar a la búsqueda
del chicharro; de ahí el gentilicio
de chicharreros de los naturales
de Santa Cruz. A la salida del muelle
deja Weyler a su izquierda el castillo
de San Cristóbal, testigo mudo de la
gesta del 25 de julio de 1797 en que
se derrotó a los ingleses al mando de
Nelson y subiendo por la rambla de
Ravenet llega a la plaza de la Constitución
(hoy de Candelaria) donde se
encuentra la que ha de ser su nueva
residencia: el Palacio de Carta.
El Palacio de Carta es un bello, aunque
modesto edificio situado en
la plaza de la Constitución (hoy de
Fachada actual del Palacio de Capitanía