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REVISTA EJÉRCITO
N.º 968 EXTRAORDINARIO NOVIEMBRE
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escuderos, ballesteros, espingarderos,
artilleros, hombres de oficios,
clérigos, cirujanos y boticarios, hasta
las unidades actuales, muchas de
las cuales acudieron en el socorro a
Melilla en 1921, han demostrado su
espíritu de sacrificio y su voluntad de
servicio.
Como claro ejemplo, la Compañía de
Mar da continuidad, y ya son más de
quinientos años, a las misiones que
entonces cumplía en las proximidades
del primer recinto amurallado y
que hoy, además de otras muchas
misiones, cumple de manera similar
en las islas y peñones.
El conocimiento del entorno es vital
en cualquier operación. Si volvemos
a la presencia militar en Melilla
vemos la necesidad de disponer de
unidades que, de manera similar a
las históricas compañías fijas, mantengan
la presencia permanente, y
nos orienta a que las posibles unidades
de refuerzo se familiaricen con el
mismo.
Hasta el Tratado de Límites hay que
asociar las infraestructuras a las
obras de fortificación y ampliación
de los recintos amurallados que a su
vez incluían aljibes, polvorines y almacenes.
Nos dice Juan Antonio de
Estrada, pagador de la Real Hacienda
en el siglo xviii, que prestaba servicio
en la plaza, que «los aljibes son
los mejores que hasta aquí se han
visto en primor, firmeza y arte, obra
del tiempo del emperador Carlos V,
hacen el agua clara, delgada y fresca.
... El Almacén Real de la Pólvora,
nombrado del Socorro, es fortísimo,
seguro, y labrado todo a fuerza de
pico debajo de piedra firme. … Para
los bastimentos hay tres Almacenes,
uno a prueba de bomba, de rosca de
ladrillo, sin otros menores para municiones,
armas y pertrechos».
El coste de las infraestructuras ya
era alto por aquel entonces con respecto
a la península; algunos documentos
históricos lo valoran en unas
tres veces más, pero en su momento
garantizaron la supervivencia de
la ciudad.
Evaluar los beneficios de mantener
la plaza siempre fue más difícil
que exponer los costes para la Real
Hacienda, pero incluso el veedor
de Málaga en 1764, don Miguel de
Monsalve, exponía que esos beneficios
existían y en sentido contrario
se preguntaba sobre los daños que
hubiese producido para los intereses
españoles su abandono.
Plano de la expansión de la ciudad en 1918