![](./pubData/source/images/pages/page15.jpg)
REVISTA EJÉRCITO
N.º 968 EXTRAORDINARIO NOVIEMBRE
15
cayó un verdadero diluvio. En el Palacio
de Carta todo eran goteras; la
familia de Weyler tuvo que dormir en
su despacho. Al día siguiente remitió
un escrito explosivo al ministro de
la Guerra. Quizás fuera casualidad,
pero el día 30 de diciembre quedaba
aprobado el proyecto.
El 5 de enero de 1879 se recibió la
autorización para construir el nuevo
edificio. Al día siguiente, enterada
la población de la buena noticia, se
celebró una gran manifestación espontánea
que se dirigió al Palacio de
Carta aclamando al general. La indiferencia
con que fue recibido se había
convertido en pocos meses en
un entusiasmo desbordado. El 9 de
febrero siguiente, en solemne acto
que presidiera el general Weyler y al
que concurrieron autoridades, corporaciones,
bandas de música, fuerzas
militares y numeroso público,
el propio general derribó la primera
piedra del viejo hospital, explicando
a la multitud, en elocuentes palabras,
la obra que iba a realizar y por
qué la realizaba. No se trataba, dijo,
de construir un edificio más, aledaño
a la plaza que se formaba, sino de
prestigiar, de elevar el rango de la capital
de Canarias y hermosear su mejor
y más estratégico lugar. Weyler se
adelantaba y ya anunciaba la aparición
de una plaza que finalmente llevaría
su nombre.
La subasta se celebró en marzo,
solo hubo tres licitadores, uno por
el tipo que era de 158 640 pesetas y
los otros muy cerca de él, pero convinieron
entre ellos que las obras
las realizara Rafael Clavijo y Armas,
que había hecho una pequeña baja
de 425 pesetas. Finalmente, la obra
se adjudicó a este último por la cantidad
de 134 690 pesetas después de
haber conseguido Weyler que el contratista
hiciera una baja de 23 525,
que la hacía, según manifestaba, por
tratarse de un asunto patriótico, y en
su deseo de corresponder de algún
modo a los loables esfuerzos del general
en obsequio de los intereses
públicos. Antes del comienzo de las
obras, en el mes de abril, Weyler comunicaba
al Ministerio de la Guerra
que habían empezado las excavaciones,
«que me ofrecieron hacerlas
gratis», decía.
Como dice la placa, las obras comenzaron
el 1.º de mayo, bajo la dirección
del comandante de ingenieros
Tomás Clavijo y Castillo Olivares,
que merece un comentario porque
pertenecía a una familia canaria, de
origen lanzaroteño, con mucha integración
en el Real Cuerpo de Ingenieros,
puesto que cuatro de sus tíos
fueron ingenieros militares, así como
un hermano y dos primos con Clavijo
de segundo apellido, que también
lo fueron. Una verdadera saga. El
maestro de obras fue Domingo Sicilia
González, que con esta obra se jubilaba,
y estaba integrado en el Real
Cuerpo desde que alcanzara ese
rango de maestro de obras en 1850,
trabajando en las del Cuartel de San
Carlos con el coronel ingeniero militar
Luis Muñoz. El contratista como
sabemos fue Rafael Clavijo, que, a
pesar de ser también de Lanzarote y
de la coincidencia de apellido, no tenía
relación familiar con el ingeniero.
Antesala del Salón del Trono