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REVISTA EJÉRCITO
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N.º 968 EXTRAORDINARIO NOVIEMBRE
administradas por los reyes y no por
los señores de ninguna familia.
Con Lanzarote, Fuerteventura, El
Hierro y La Gomera bajo gobierno
castellano, los ojos se volvieron hacia
las tres islas restantes, Gran Canaria,
La Palma y Tenerife. Gran Canaria fue
el primer gran objetivo de los Reyes
Católicos. Al mando de Juan Rejón,
en 1478, el ejército castellano se encontró
con la oposición de los indígenas,
los canarios, que estaban bajo
el mando de los guanartemes (así
se conocían a sus reyes) Semidán y
Doramas. Los indígenas derrotaron
a los castellanos y Rejón fue sustituido
por Pedro de Vera, quien, este sí,
consiguió matar a Doramas y detener
a Semidán en 1483, año de la conquista
definitiva de Gran Canaria.
Ahora la atención se dirigió hacia La
Palma, cuya conquista se encomendó
a Alonso Fernández de Lugo. En
el año 1492 desembarcó en la isla
con novecientos hombres y, a pesar
de encontrar resistencia en los auaritas,
indígenas locales, y en su jefe
Tanausú, finalmente lograron en pocos
meses la conquista tras capturar
a Tanausú y dejarse este morir de
hambre.
Tenerife era la última de las islas en
caer bajo el mando castellano y, supuestamente,
la que más resistencia
ofrecería. La isla, habitada por unos
trescientos mil guanches, estaba dividida
en nueve tribus gobernadas
por los menceyes (reyes locales). Ya
incluso antes de desembarcar en Tenerife,
en mayo de 1493, Fernández
de Lugo pactó con varios de aquellos
menceyes, entre ellos, los de Anaga,
Güimar, Abona y Adeje, pero se encontró
con la feroz resistencia de uno
de ellos, Bencomo, mencey de Taoro.
El ejército real se adentró en la isla,
pero en el barranco del Acentejo sufrieron
una emboscada y cientos de
soldados perdieron la vida. Malherido,
Fernández de Lugo y sus soldados
tuvieron que huir de la isla y se
refugiaron en la vecina Gran Canaria.
Allí pidieron ayuda a los genoveses,
al duque de Medina Sidonia y al guanarteme
canario Semidán.
Todos unidos volvieron a Tenerife,
pero esta vez se dirigieron a los llanos
de Aguere, en La Laguna. Más
de mil indígenas murieron en aquella
batalla, y entre ellos el Mencey Bencomo.
Su principal rival había caído y,
aunque los guanches eligieron como
sucesor a su hijo Bentor, una segunda
batalla cerca del Acentejo determinó
la conquista en favor de los
castellanos. En 1496 Tenerife había
caído bajo el gobierno de la Corona
de Castilla.
A mediados del siglo xvi la defensa
de las islas estaba a cargo de sus
respectivos gobernadores y de los
señores jurisdiccionales, contando
cada uno con sus propias milicias
locales. Las incursiones de piratas
berberiscos y corsarios franceses
que rondaban al acecho de los navíos
comerciales, aventurándose a atacar
también las villas costeras de las islas,
llevaron a Felipe II a disponer en
1573 que los gobernadores letrados
fueran sustituidos por gobernadores
militares. El inicio de la guerra contra
los ingleses en 1585 motivó que estos
vinieran a sumarse a los anteriores
atacantes.
En 1589 Felipe II reformó la organización
de la defensa de Canarias
instituyendo la Capitanía General.
A tal efecto, es nombrado el primer
capitán general, que fue el general
D. Luis de la Cueva y Benavides,
quien fijó su residencia en la ciudad
de Las Palmas, en la isla de Gran Canaria.
Al capitán general se le confirió
también la presidencia de la Real
Audiencia, siendo así la máxima autoridad
militar, civil, gubernativa y judicial
de las islas, equivalente al que
en otros reinos de España se titulaba
«virrey».
Cuatro años después, en 1593, Jabán
Arráez atacó Fuerteventura
al frente de una flotilla de piratas
berberiscos, arrasando la capital
y derrotando a las tropas llegadas
desde Gran Canaria en su socorro.
Esta derrota y el malestar que
entre la población generaba el tener
que cargar con la manutención
de las tropas llevaron a Felipe II a
suspender la Capitanía General y
devolver la defensa de las islas a su
antiguo estado.
El 28 de junio de 1599 el vicealmirante
Pieter Van der Does, al frente
de una escuadra compuesta de setenta
y ocho buques de guerra y más
de nueve mil hombres, asedió la Real
de Las Palmas (Las Palmas de Gran
Canaria), pero fue derrotado en los
montes de El Batán, donde le esperaba
el Tercio de Las Palmas, causándole
más de dos mil bajas. De este
hecho procede el actual sobrenombre
del Regimiento de Infantería Canarias
50, al que se distingue como
«El del Batán».
En 1625 Felipe IV envió a Francisco
de Andía Irarrazábal y Zárate en calidad
de veedor y reformador para que
estudiase la manera de optimizar la
defensa de las islas; de las gestiones
de este resultó la rehabilitación de la
Capitanía General, que en 1629 volvió
a tener al frente un titular. A modo
de recapitulación, podemos concretar
que la Capitanía General fue suprimida
en 1594 a raíz de las protestas
de la Audiencia y de los cabildos,
pero fue de nuevo y definitivamente
restaurada la institución militar en
1629, siendo designado para ocupar
la plaza el general Rivera Zambrana
(1629-1634).
En 1656, sin haber recibido licencia
real para el traslado de isla, el capitán
general D. Alonso Dávila decidió
trasladarse a Tenerife, isla en la cual
quedaría finalmente fijada la residencia
del capitán general de Canarias,
hasta hoy.
La división de España en Capitanías
Generales data de 1705, cuando se
ajustaron a los antiguos reinos que
constituían la monarquía hispánica.
Se trataba de trece regiones:
Andalucía, Aragón, Burgos, Canarias,
Capitanía General de Castilla la
Vieja, Cataluña, Extremadura, Galicia,
Costa de Granada, Guipúzcoa,
Comandancia Militar de Baleares
de Mallorca, Capitanía General de
Navarra y Capitanía General de Valencia.