VIVIDO Y CONTADO
Existe una regla no escrita, o al menos una opción ganadora clásica, de que
el candidato elegido por los miembros del Comité Militar haya sido antes
colega, es decir, jefe de Estado Mayor (Chief of Defence-CHOD) y haya
ocupado el cargo de representante militar de su país o uno similar en Bruselas
(MILREP).
Pero siguiendo con el asunto, las quinielas corrían por los pasillos del
Cuartel General y los rumores rodaban por las escaleras de gala más bellas de
Madrid como olas rompientes entre las puertas del despacho del AJEMA y la
entrada del Palacio por la calle Montalbán.
El «ritmo de batalla» del Estado Mayor de la Armada se mantenía con
normalidad cuando sonó el teléfono en mi despacho, y mi jefe, el almirante
jefe de Estado Mayor, me ordenó:
—A las seis de la tarde, reunión de almirantes del Estado Mayor en mi
despacho.
—¿Algún asunto especial?
—Nada especial.
Convoqué a los cuatro almirantes del Estado Mayor. Constituíamos el
equipo de apoyo al jefe de Estado Mayor de la Armada que todas las mañanas
nos reuníamos, café y pastas, para poner en común la situación presente,
analizar la pasada e intentar predecir la futura, para a continuación, con un
café, durante el briefing diario, recibir sus órdenes y directrices.
Llegamos al despacho con cierta extrañeza, ya que no era normal el horario
ni los participantes, y nos sentamos no en la mesa de trabajo, sino alrededor
de una baja, con sofá y sillones isabelinos, donde el AJEMA recibe a sus
visitas, e iniciamos una conversación intranscendente sobre turnos de permiso
y ambiente navideño.
Unos minutos después sonó el teléfono de la mesa de trabajo del AJEMA,
una magnífica pieza de época que tenía a sus espaldas el mejor retrato —dicho
por algunos críticos de arte— de S. M. el Rey. Esta se encuentra a unos tres
metros del sillón que ocupaba el AJEMA, que se levantó para contestar la
llamada.
—Ministro, a tus órdenes.... sí, ahora se pone; segundo, al teléfono —dice
el AJEMA.— Me pongo al teléfono.
—Ministro, a sus órdenes...
—Almirante, he pensado en nombrarle jefe de Estado Mayor de la Defensa.
—Ministro, es un honor, muchas gracias y me tiene a sus órdenes. —Tal
vez podría haberle respondido «ni pedir ni rehusar», como rezan los versos de
Calderón.
—Les pido que lo mantengan con discreción hasta su designación mañana.
2021 115